Columnas

Vivir con TDAH

Por Estefanía López

Cada ser humano posee un estilo cognitivo y emocional único. El TDAH, más que una disfunción, representa una configuración neurológica distinta, con ritmos atencionales particulares, una sensibilidad emocional amplificada, y un pensamiento no lineal que puede resultar, a la vez, desafiante y brillante. El problema no es tanto el TDAH en sí mismo, sino el marco rígido desde el cual lo evaluamos: sistemas educativos uniformes, entornos laborales inflexibles y expectativas sociales que valoran la constancia por encima de la creatividad o la velocidad.

¿Y si el “déficit” no fuera una falta, sino una diferencia? En la tradición existencialista, por ejemplo, el individuo no se define por lo que carece, sino por su posibilidad de ser. Bajo esta luz, el TDAH no debería ser una condena a la inadaptación, sino una invitación a redescubrir formas alternativas de vivir, aprender y crear. En lugar de forzar la mente a caber en estructuras ajenas, se trata de construir entornos que reconozcan y valoren la singularidad.

La neurodiversidad propone justamente eso: no patologizar la diferencia, sino comprenderla y abrazarla. El sufrimiento asociado al TDAH muchas veces proviene más del entorno que no comprende que del rasgo en sí mismo. Cuando un niño inquieto es etiquetado como problemático, o cuando un adulto se siente constantemente en deuda con su productividad, lo que se evidencia es una brecha entre la estructura social y la realidad psicológica.

Por eso, concientizar no es solo informar: es también transformar. Es asumir que la salud mental incluye la aceptación de las múltiples formas de ser, pensar y sentir. Es dejar de medirnos exclusivamente por estándares externos, y comenzar a comprendernos desde nuestra interioridad, con nuestras propias temporalidades y formas de atención. Como decía Carl Rogers, “el curioso paradoja es que cuando me acepto tal como soy, entonces puedo cambiar”.

Así, el Día Mundial de la Concientización del TDAH no debería ser solo una fecha de diagnóstico y cifras, sino una oportunidad para repensar lo que entendemos por normalidad, capacidad y valor. Porque si aprendemos a vivir desde la autenticidad de nuestros rasgos, descubriremos que no hay déficit, sino diversidad. Y en esa diversidad está, quizás, nuestra mayor riqueza.

 

Estefanía López Paulín
Contacto: psc.estefanialopez@outlook.com
Número: 4881154435

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