
La historia de Claudia, conocida popularmente como la Loca Zulley, es una leyenda triste que refleja cómo la muerte puede arrebatar la cordura y la sonrisa de una joven, pero no sus intensas ganas de amar. Hija de una familia acomodada y segunda de tres hermanos, Claudia perdió en su infancia a su padre y hermano mayor, quedando solo con su madre y hermana menor.
En su juventud, Claudia era una muchacha alegre y siempre vestida con elegancia, hasta que conoció a Rodolfo, su primer y único amor. Su relación fue duradera y culminó en una promesa de amor eterno, sellada con un anillo de oro blanco con una acerina negra, legado familiar que Rodolfo le entregó al pedirle matrimonio.
El día de la boda, en el templo de San Miguelito, Rodolfo nunca llegó. Los rumores sobre su ausencia fueron diversos: algunos decían que huyó, otros que había muerto, pero nunca se supo con certeza qué pasó. Claudia, aferrada a la esperanza, comenzó a perder la razón; vestía su traje de novia y recorría plazas y jardines de San Luis Potosí esperando a su amado, llamándolo y persiguiendo a jóvenes que se parecían a él.
Por su apellido, la gente la llamó la “Loca Zulley”. A pesar de su tristeza, siempre lucía el anillo que Rodolfo le regaló y su vestido de novia, símbolos de un amor que no se apagó. Vivió así hasta su muerte, aparentemente por causas naturales o “de tristeza”. Fue sepultada en el panteón El Tecuán, que luego dio paso a la escuela Manuel José Othón.
Cuenta la leyenda que un joyero del mercado de La Merced encontró el anillo en los restos del panteón y lo ofreció a la Virgen de la Soledad, que ahora lo porta en su mano izquierda. La verdad sobre el destino de Rodolfo nunca se supo, pero la historia de Claudia permanece como una de las leyendas más conmovedoras de San Luis Potosí, un testimonio de amor, pérdida y la fragilidad de la mente humana.