
En términos genéticos, los seres humanos y los chimpancés comparten un sorprendente 98% de su ADN, sin embargo, ese escaso 2% de diferencia ha marcado el abismo entre dos especies: mientras los chimpancés apenas logran comunicarse mediante señas o manipular objetos simples, los humanos han desarrollado complejas civilizaciones, creado arte, descifrado los secretos del universo y construido tecnología que alcanza otros planetas.
Este dato, frecuentemente citado en biología evolutiva, ha servido también para alimentar reflexiones filosóficas y científicas. Una de las más provocadoras proviene del reconocido astrofísico Neil deGrasse Tyson, quien ha planteado una inquietante posibilidad: ¿y si existiera una especie que nos superara por un margen similar? ¿Cómo nos vería una inteligencia un 2% más avanzada que la nuestra?
Para Tyson, la diferencia sería tan radical que quizá esos seres no nos considerarían verdaderamente inteligentes. Y esto podría explicar una de las grandes preguntas sin respuesta de la ciencia moderna: ¿por qué no hemos tenido contacto con civilizaciones extraterrestres?
“Tal vez, desde su punto de vista, en la Tierra no hay vida inteligente”, ha sugerido Tyson en más de una ocasión, cuestionando nuestra tendencia a suponer que estamos al nivel necesario para entablar comunicación con inteligencias superiores. En otras palabras, podríamos ser, para ellos, lo que los chimpancés son para nosotros.
La hipótesis, tan inquietante como fascinante, obliga a replantear nuestro lugar en el universo. Porque si ese mínimo porcentaje de diferencia nos ha permitido llegar tan lejos, ¿qué caminos inimaginables podría recorrer una especie apenas un poco más evolucionada que la nuestra?
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