Con la llegada de la época de frío, el fortalecimiento del sistema inmunológico se convierte en una prioridad, y la Vitamina C —o ácido ascórbico— es una pieza clave en esta estrategia. A diferencia de otros animales, el cuerpo humano no puede sintetizarla por sí mismo, por lo que su ingesta diaria a través de la dieta es esencial.
Aunque popularmente se asocia a la naranja, muchas otras frutas contienen altas dosis de esta vitamina. Entre ellas destacan los cítricos como la toronja y el limón, pero también las fresas, el kiwi, la papaya y frutas tropicales como la guayaba, que en algunos casos superan ampliamente el contenido de Vitamina C de la naranja.
La importancia de la Vitamina C se intensifica durante el invierno, cuando el organismo se encuentra más expuesto a virus y bacterias responsables de resfriados y gripes. Esta vitamina es un potente antioxidante que ayuda a proteger las células del daño causado por los radicales libres, además de ser crucial para el buen funcionamiento del sistema inmune.
Si bien no se considera una cura milagrosa para el resfriado común, el consumo regular de Vitamina C ayuda a que el cuerpo se defienda mejor, y puede contribuir a reducir la duración de los síntomas y hacer que sean más leves una vez que la enfermedad se ha manifestado.
