 
El «vamping», práctica que consiste en usar dispositivos electrónicos como smartphones o tabletas en la cama justo antes de dormir y se ha convertido en una preocupación creciente para la salud pública, especialmente, entre adolescentes.
Este hábito nocturno interrumpe gravemente los ciclos de sueño. La luz azul que emiten las pantallas engaña al cerebro, haciéndole creer que aún es de día, lo que suprime la secreción de melatonina, la hormona fundamental para inducir el sueño. Esta alteración hormonal provoca un retraso en el inicio del descanso, resultando en un déficit crónico de horas de sueño que impacta negativamente el rendimiento diario.

Las consecuencias de este insomnio tecnológico van más allá del simple cansancio. La falta de sueño adecuado y la alteración del ritmo circadiano se asocian con una serie de efectos perjudiciales para la salud física y mental.
A nivel cognitivo, los jóvenes experimentan dificultad para concentrarse, lentitud en los procesos de aprendizaje e irritabilidad, lo que puede derivar en un bajo desempeño escolar. Además, el déficit de descanso debilita el sistema inmunológico, haciendo al organismo más susceptible a infecciones.

A largo plazo, el «vamping» puede desencadenar problemas de salud más serios. La alteración de la melatonina está ligada a desórdenes metabólicos, pues se ha observado un aumento del apetito por alimentos ricos en grasas y azúcares, lo que, sumado a la fatiga que reduce la actividad física, incrementa el riesgo de sobrepeso y obesidad.
 
 
				 
					 
 
 
					 
 
 
 

 
