Instalada en su proyecto de ser la primera mujer rectora de la UASLP, Urenda Navarro se ha convertido en el arroz de todos los males en la máxima casa de estudios, conduciendo al rector, Alejandro Zermeño, por los peligrosos pantanos de la violencia orquestada desde su escritorio de abogada general de la institución.
Lo que hemos visto desde que ocurrió el episodio de violación contra una estudiante de tercer semestre de la Facultad de Derecho es, en realidad, un programa perverso de la funcionaria universitaria.
Los medios de comunicación hemos contado lo que nuestros ojos han visto, pero detrás de lo que narramos como hechos lamentables para la Universidad está el maquiavélico cerebro de esta mujer, que ha encontrado en las inconformidades del alumnado y algunos maestros un campo fértil para sembrar vientos, sin considerar que las tempestades le estallan al rector.
En la Facultad de Derecho se sabe que, tras la agresión sexual que sufrió la alumna de tercer semestre el 18 de octubre, un primer movimiento estudiantil fue genuino, pero Urenda se infiltró y logró expandir el conflicto por varios días, hasta que los muchachos votaron por el regreso a clases y no pudo hacer más.
Urenda le está vendiendo al rector soluciones a conflictos que ella misma genera. Pasemos ahora al entramado de la elección de director de la Facultad de Derecho tras la renuncia, el 21 de octubre, de Germán Pedroza.
Cobijada en un falso feminismo, la abogada general de la Universidad ha colocado piezas en el tablero universitario, la mayoría agresivas, violentas y mal educadas. Es el caso de Olivia Salazar, a quien ubicó en la oficina de Defensoría de los Derechos Universitarios luego de que, aprovechando la coyuntura de octubre, convenció al rector de “correr” a Magdalena González Vega.
Navarro buscó, y logró, con algunos amigos que tiene en medios de comunicación, subrayar que Magdalena, también conocida como Belenda, “había sido destituida”. Nada más alejado de la verdad.
La siguiente parada para la aspirante a rectora fue apoderarse de la dirección de la Facultad de Derecho, que provisionalmente encabeza Javier Delgado Sam.
Pensando que nadie conoce sus movimientos, Urenda volvió a agitar a los muchachos, a quienes les sembró la semilla inquinosa del engañador profesional. Les hizo creer que podían elegir director y hasta secretario general en asambleas estudiantiles, cuando está claro que hay reglamentos y protocolos. No le importó.
Conscientes de la ambición y el proceder de la abogada, un grupo de unos 100 maestros buscó entrevistarse con el rector, quien los recibió el 14 de noviembre en un salón del CC200. Pero ¡sorpresa! Cuando llegaron, las mujeres comandadas por Urenda ya tenían secuestrado al rector en el salón dispuesto para la reunión.
Tras emplazarlo, los maestros esperaron lo necesario para exponer sus puntos y exigir respeto pleno al Consejo Técnico y a la convocatoria para la selección de la terna que se votaría finalmente en sesión del Consejo Directivo.
Hasta ahí todo transcurrió en orden, excepto por un puñado de maestras que se aferraron a exigir que se restringiera a mujer la elección y que fuese electa por fuerza y no por mérito. ¡Adivinaron! La mano que meció ese movimiento también es Urenda. La convocatoria fue abierta; se inscribieron doce aspirantes y quedaron en la terna Javier Delgado Sam, Luz María Lastras y Georgina González.
En la víspera de la elección, el 20 de noviembre, ya con la terna presentada al Consejo Directivo Universitario por el Consejo Técnico de la Facultad de Derecho, el rector se reunió con los integrantes de la terna que sería sometida a votación. Pero Urenda volvió al ataque oscuro contra la gobernabilidad de la UASLP.
El objetivo: abortar la elección porque no le pareció la terna. Echó mano de Isaac Lara Azuara, director de la Facultad de Estudios Profesionales de Ciudad Valles, acusado de hostigamiento sexual. No le quedó de otra a Lara Azuara que pagar el favor de su encubrimiento a la poderosa Navarro. Marchó por las calles de la capital potosina con un grupo de alumnos a los que no les dijo que los tenía que manipular.
Todo estaba cuadrado, armadas las frases de ataque contra quienes integraban la terna, en especial contra Lucy Lastras. Ante los gritos y la “presión orquestada”, el rector decidió regresar al Consejo Técnico de la Facultad de Derecho el análisis de los expedientes, atendiendo el argumento deslizado por Urenda: “Lucy Lastras debió renunciar a su cargo de oficial del Registro Civil, no solicitar licencia”. Y eso fue suficiente. El rector decidió aplazar la elección de director.
Urenda ganó otro episodio de conflicto, pero la UASLP sigue perdiendo con cada una de sus acciones. Si la abogada es la carta del rector para sucederlo, malo; si no, peor.
Parece que la señora del poder en la UASLP está dispuesta a todo. Cree que engaña bobos, pero se trata de un espejismo, quienes ceden a sus caprichos, en realidad, la usan.
Si una mujer ha de ser la próxima rectora, que sea. Pero no alguien con tan mala sangre.
Hasta la próxima.