
Tal como dice Catón el sabio coahuilense, muchos estamos hasta la madre de los graves daños que causa la politiquería a la sociedad mexicana. Una secta está arruinando nuestro país con acciones y leyes tan estúpidas como malintencionadas.
Esta degradación hace que numerosos ciudadanos se alejen de las noticias o reacciones en áreas que se han vuelto muy desagradables: la política, la justicia, la salud, la criminalidad o la seguridad. Así, para no deprimirse, huyen a actividades más estimulantes. Se entiende, claro, pero eso igual nos aleja de posibles soluciones.
Cada vez es más difícil creerle a nadie entre “verdades” que se contraponen en los extremos. Hay palabras que incluso se ven profanadas como en los casos de pueblo, popularidad, bienestar, transformar o humanismo, de las cuales se abusa. La corrupción es honestidad, el fracaso éxito y el retroceso avance… La mentira es hoy verdad y viceversa. Con trampas se confunden hasta las ideologías (de derecha o izquierda; fascistas).
Al eliminarse una sociedad de leyes (estado de Derecho) se sacrifica aún más la credibilidad de México y su gobierno con la objetada reforma judicial y su elección. Para los políticos asociados al crimen organizado se complica demostrar que la ley sí es la ley antes de que intervengan los estadounidenses.
Y ahora los jueces que podrían proteger a los ciudadanos ante las mal disfrazadas leyes Espía o Censura, son precisamente los que escogió el gobierno para protegerse a sí mismo. De cara al mundo, se empiezan a percibir los enormes costos de una elección ilegítima… validada por organismos electorales que se someten a un proyecto político.
Los populismos buscan y logran que la gente los evalúe por sus intenciones y no por sus resultados; por sus palabras, no por sus fracasos e incumplimientos. Pero luego todo va a caer por su propio peso. Lo veremos.
Tarde o temprano, oigan, el derrumbe de la 4T se verá acompañado por la peor percepción internacional sobre México. Y hasta que vayamos restaurando lo destruido, será posible un renacimiento.
* LAS REDES SOCIALES HAN cobrado importancia —quizá desproporcionada— como la principal vía de comunicación e información del planeta. Muchos prefieren utilizar las más ligeras (light) y amigables: Facebook… Otros se concentran en la más política, noticiosa, comprometida y tormentosa: X, antes Twitter… No pocos, a su vez, se mantienen lo más lejos posible por diversas razones.
Hay muchos tipos y en varias de ellas se considera relevante el número de “seguidores”, pues da una idea de aceptación comunitaria e influencia sobre las inclinaciones de un mayor número de usuarios vía impactos y reacciones, aunque mucho de eso puede ser producto de inercia, autopromoción o simulación. Igual, ojo, ese tamaño tiende a implicar notoriedad o incluso arrogancia por una “supremacía” frente a otros al tener más “likes” y reenvíos.
A este escribano le dan cierta desconfianza los casos que muestran un claro desequilibrio entre sus seguidores y las cuentas que siguen (pocos y muchas, o muchos y pocas): me parece que uno no sólo debería interesarse en hablarles a todos (escribirles, compartirles), sino también tendría que estar abierto a escuchar a algunos (leerlos, recibir sus envíos). Pero, bueno, cada quien.
Se utilizan y se disfrutan: nos facilitan comunicarnos e intercambiar datos, conocimientos o noticias muy oportunas, así como encontrar personas, promover negocios o alinear opciones laborales. A la vez, implican riesgos de adicción, pérdida de tiempo y privacidad, al igual que impactos de salud mental o conflictos y dependencia tecnológica sin un contacto personal. No faltan los insultos.
Dentro de este fenómeno del siglo XXI, en México un taimado candidato se vio ayudado por las “benditas redes sociales” a partir de la crítica constante a gobiernos anteriores y la difusión de promesas para llegar al poder. Pero conforme falló e incumplió se han vuelto en contra de su gobierno de 7 años: son ya un estorbo para un grupo que se resiste a rendir cuentas y, en base a mentiras reiteradas, quiere mantenerse en el poder a güevo y ad infinitum.
Es así que se ven empujados a censurar, espiar, amedrentar y reprimir o someter a medios y ciudadanos que los cuestionamos en las redes. Es el tramo de una triste historia en la que casi todo empeora, puedo confirmarlo: este mal gobierno acabaría con los contrapesos dentro del país si logra suprimir la disidencia. Resultaría deplorable.
@cpgarcieral