
El día arrancó con tormenta, y no solo por el cielo encapotado. En Ciudad Valles, el ambiente se cargó de electricidad desde la noche anterior, cuando comenzó a correr el rumor de una reunión incómoda: el gobernador Ricardo Gallardo Cardona estaría cara a cara con uno de sus más feroces detractores, el polémico José Luis Romero Calzada, mejor conocido como El Tecmol.
La noticia cayó como balde de agua fría en el círculo cercano del alcalde David Armando Medina Salazar. No era para menos: durante meses, Romero Calzada no solo se ha dedicado a insultar al edil, sino también a su esposa, su familia entera y a cuanto funcionario del Verde Ecologista se le ponga enfrente, incluida la senadora Ruth González Silva, esposa del propio gobernador. Nada ha estado fuera de su radar: ataques personales, burlas en redes, incitación al odio y hasta violencia digital con nombre y apellido.
A la llegada de Gallardo, la tensión ya se podía cortar con cuchillo. A pregunta directa sobre el rumor de la reunión, el gobernador no lo negó. Confirmó que sí se vería con Tecmol al terminar su agenda, y soltó, con tono resignado: “por el bien del partido, deben dejar de pelear como perros y gatos”. La sentencia ya estaba escrita.
Poco antes de las dos de la tarde, José Luis Romero llegó al “Gran Hotel” como lo hace todo fanfarrón de manual: con dos camionetas rotuladas con su apodo. Que no quedara duda de quién era el protagonista. Pero no entró por la puerta grande ni saludó como acostumbra. Fue llevado discretamente al restaurante “Mar y Tierra”, y apenas pisó el salón privado, le retiraron el celular. Clarísimo: ahí no se valía el show.
El gobernador entró por la calle Progreso, fuertemente custodiado, directo al mismo salón. Pasó casi una hora. A la salida, con la prensa esperando en la puerta, salió primero Gallardo. Y detrás, Tecmol. No hubo foto juntos. No hubo apretón de manos. Solo una sonrisa forzada, un gesto incómodo, como de quien acaba de recibir un buen jalón de orejas.
Ahí, ante los medios, intentó la transformación de víctima. Dijo que era un simple ciudadano, que todos lo odian, que le han dicho huachicolero injustamente —aunque la FGR mantiene abiertas las investigaciones en su contra—. Se quejó del apodo de “payaso” y aseguró que no quiso ofender a toda la prensa cuando les llamó “chayoteros”. Como si no hubiera video. Como si no hubiera registro de cada insulto. Como si uno pudiera borrar con llanto lo que grita en redes.
Solo le faltó llorar. Solo le faltó decir que es el patito feo del Verde. Pero la escena no conmovió a nadie. Tuvo que aceptar las “propuestas” de la prensa: ser más prudente, más respetuoso, y aunque intentó negar sus constantes insultos a autoridades municipales y estatales, la evidencia lo desmintió: ahí están los videos, las publicaciones en sus redes, los en vivos llenos de ira. Se comprometió que ahora sí les llamará por su nombre… siempre y cuando se tome sus ansiolíticos, porque basta una contradicción para que se le dispare la rabieta.
Esta reunión no fue un acuerdo, fue un regaño. Desde que fue absorbido por el Verde, Romero Calzada ha sido un problema. Se ha lanzado contra hombres y mujeres del partido, contra diputados, alcaldes, familias enteras. Pero hoy se topó con pared. El regaño fue tan evidente que salió del lugar como “chacha” regañada: detrás del patrón, cabizbajo, sin sus alcahuetes, sin su show en vivo. Hoy, el líder moral del Verde Ecologista lo sentó, lo enfrentó y le dejó claro que no es intocable.
Porque una cosa es ser “incómodo” y otra muy distinta, ser un problema. Y hoy, Romero Calzada entendió que ya no tiene permiso para seguir escupiendo para arriba. Sin aplaudidores, sin paleros, sin celular, salió por la puerta trasera. Solo. Como entra el que fue llamado a rendir cuentas y no a negociar. Como el patito feo que ya no provoca ternura, sino hartazgo.
Seguiremos informando.