
Millones de ucranianos experimentan una Navidad única en unos 100 años, alineando sus celebraciones con el resto del mundo cristiano después de décadas de aislamiento. Este cambio llega en un momento difícil, ya que el país enfrenta continuos ataques y la dolorosa separación de seres queridos debido al conflicto con Rusia.
En la Plaza de los Ángeles, en Leópolis, el sonido de villancicos llena el aire mientras los lugareños se reúnen para instalar «didujs», adornos navideños tradicionales hechos con gavillas de trigo. Este evento se adelanta dos semanas al año pasado, marcando un nuevo capítulo tras la decisión de las principales Iglesias de Ucrania de sincronizar sus calendarios con el cristianismo mundial.
La medida pone fin a un largo período de aislamiento que comenzó hace un siglo cuando Ucrania no logró proteger su independencia de la Unión Soviética liderada por Moscú.
«Desde hace mucho tiempo soñábamos con celebrar la Navidad junto con el resto del mundo. Se siente natural, como debería ser», comparte Oksana Mazar, residente local.
Sin embargo, la festividad se ve ensombrecida por la realidad del conflicto. «Estamos sufriendo tantas pérdidas, la guerra continúa y no se sabe cuándo acabará», lamenta Mazar, reflejando el pesar generalizado.
En las trincheras, donde los soldados enfrentan el frío, el barro y los ataques rusos, la Navidad se vive con ambigüedad. La guerra persiste, y los retrasos en la ayuda militar extranjera generan preocupación. La separación de seres queridos añade otra capa de dolor a la temporada festiva.
A pesar de las dificultades, los ucranianos expresan su deseo de una Navidad tranquila y libre de bombardeos. Las alarmas aéreas han sonado en varias ciudades, y se han derribado aviones militares rusos, evidenciando la tensa situación.
El alcalde de Leópolis, Andrí Sadovi, destaca la resistencia y determinación del pueblo ucraniano: «Los ucranianos están llevando ahora a cabo una misión: eliminar el mal del mundo. Creemos en nuestra victoria y nunca nos rendiremos».
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