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Sin protocolo para el miedo

La humilde señora vio el portón abierto. Balbuceó algo que no alcanzamos a percibir Héctor y yo que batallábamos con la escoba y el trapeador en el patio frontal. –Nopalitos, papitas de monte– volvió a repetir.

Recordé que un 50% de la población de este país vive al día, esa gente come el último mendrugo de pan que le quedó de ayer y sale a buscarse la nueva dieta de este día para los suyos.

No son ellos los que no obedecen la cuarentena, son los otros, los que tiene resuelta la vida y el trabajo, andan por las calles como estuvieran inmunes al virus, les vale una chingada.

Nadie experimenta en cabeza ajena –pienso- hasta que no les caiga en casa cabrones (remato). Intercambio monedas por nopales y papitas de monte. Anoche las vi, siguen en el refrigerador esperando ser cocidas e ingeridas.

Espero haberle hecho el día a esa señora de sangre y fortaleza pura, me sonrió y hasta medio saco de latas de cerveza que había estado juntando le tocaron, (es que vi que guardaba algunas en su bolsa de yute). Quedó de venir el lunes, espero escuchar el timbre para abrirle.

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