El miedo nos desnuda tal cual somos, saca de nosotros lo que nunca pensamos existiría en lo más recóndito de nuestra persona. El miedo a lo desconocido es aún peor ya que no existe referencia mental para encontrarle una forma visual (de acuerdo a nuestra experiencia).
Pero el miedo también puede sacar la acción humana hacia un destino inesperado, quizá promisorio o lapidario.
¿Cuál es la forma más adecuada de afrontar el miedo ante una epidemia cuando no existe un protocolo y sí un madral de estupideces?
Tenerle miedo al Covid-19 está fundamentado, es normal, ya que, aunque no lo conocemos por que es pequeñísimo, sabemos lo que hace. No es un miedo a lo desconocido, es un miedo a lo conocido. Aquí hay una paradoja, sabemos lo que hace y sabemos cómo combatirlo en forma teórica y práctica, pero no ponemos en práctica la forma de nulificarlo.
Claro está que no se puede parar porque es imposible, pero sí que se puede mitigar.
No existen protocolos para conocer las fases del miedo, más bien existen protocolos para la estupidez, ésas sí que las ejercemos en todo momento.
He estado en casa viendo la brillantez de los ojos de mis hijos, esos personajes que están insaculados contra el virus de covid y de la estupidez humana. No salen, salgo por ellos y regreso con el virus de mi absoluta incredulidad.
Heme aquí preso de mis miedos.
