Los campos deportivos en la Huasteca Potosina, lejos de ser espacios de recreación y convivencia familiar, se han convertido en focos de violencia alimentados por la venta indiscriminada de bebidas alcohólicas. Riñas, peleas y hasta muertes han manchado lo que deberían ser jornadas deportivas. Y lo más grave: ninguna autoridad, ni estatal, ni federal, ni municipal, ha intervenido para frenar esta práctica.
En casi todos los encuentros deportivos, especialmente en ligas de fútbol y béisbol, se permite —o se tolera— el ingreso y venta de alcohol de distintos grados, lo que ha provocado conflictos que escalan rápidamente. La justificación por parte de organizadores y directivos de ligas es la misma: “lo recaudado es para mejoras del campo”. Sin embargo, los campos siguen igual: sin baños funcionales, sin gradas seguras, sin iluminación. Cuando se requiere una mejora real, terminan exigiendo recursos al gobierno. Entonces, ¿dónde está el dinero de esas ventas?
En Ciudad Valles, el caso más reciente ocurrió hace unas semanas en el campo de béisbol de la delegación de El Pujal, donde una supuesta “convivencia” posterior al juego derivó en una pelea con saldo de tres lesionados de gravedad. Como medida emergente, se optó por suspender la venta de alcohol hasta el final de la temporada. Pero eso no resuelve nada si no hay reglas claras ni autoridad que las haga valer.
El director de Comercio municipal, Mario Reyes, no ha convocado a reunión alguna con los representantes de las ligas, argumentando falta de tiempo. Mientras él “no se sienta” a resolver, los problemas siguen, los pleitos aumentan y la violencia crece sin freno.
Los campos deportivos son cada vez menos seguros, y si nadie pone orden, lo que debería ser deporte se convertirá en un escenario más del caos y la impunidad.
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