
Era él un estudiante, como muchos en la UNAM, con aspiraciones revolucionarias. Como yo mismo en la década de 1960 ante Fidel Castro, el Che Guevara y la Revolución Cubana. E incluso en la de 1970 con Allende de Chile y los partidos de izquierda en la Gran Bretaña, que me dieron algunas vivencias igual que los gobiernos mexicanos de Echeverría y López Portillo.
Bueno, visto está que él ya no cambió: ni siquiera se actualizó con las evidentes transformaciones económicas y políticas del mundo. Como a otros, a mí me sirvió (disculpen que sea en primera persona… para hacerlo fiable) que me esforcé por estudiar un posgrado, aprender varios idiomas, conocer diversos países y observar en qué acabaron la Unión Soviética (incluido el Muro de Berlín), las naciones de Europa Oriental o la China de Mao. Y en México los años trágicos del populismo (1970-82…), o en Chile y Cuba sus distintas desgracias: aquélla trajo a Pinochet, ésta sólo se sostuvo con ayuda exterior.
Y ¿saben qué? Demasiados jóvenes por acá se dedicaron más a la grilla y el porrismo a lo largo de décadas, sin ubicar bien los fracasos económicos, las muertes que se provocaron ni los grandes vuelcos políticos. Tampoco quisieron asumir el lado oscuro de sus íconos, tal como nos puede pasar a cualquiera con un familiar cercano.
Al complicarse sus sueños, algunos líderes se desesperaron y cayeron en el autoritarismo represivo (Stalin, Mao, Fidel) o en la necedad de aferrarse a errores suicidas (Allende, Che). A su vez, los continuadores se han limitado a cuidar su poder al controlar y restringir con dureza (Maduro, Díaz-Canel, Ortega).
En una gira cercana que pareció electoral y populachera con tantos apoyos y promesas, se descobijaron alcances y límites que preocupan. México no está en condiciones de financiar países en busca de influencia regional y popularidad internacional.
“El discurso presidencial en La Habana —decía este escribano en redes— sólo muestra que para los cubanos y los jóvenes mexicanos aquella época representa experiencias lejanas que fueron más bonitas, más esperanzadoras y, ojo, bien diferentes a las actuales y a nuestro futuro. ¡Hoy el mundo es otro, muy distinto!” Igual, se notó ahí la mano de gente necia que le gusta la historia y quiere reescribirla.
Hay dudas a partir del amago de no asistir a la próxima Cumbre de las Américas en Los Angeles, si el presidente Biden deja de invitar a 3 dictaduras que no son miembros de la OEA: Cuba, Venezuela y Nicaragua. En vista de las graves críticas de violación de derechos humanos o restricción de libertades en esos países, no está claro qué utilidad podría tener un intento de coacción para la relación crucial entre México y Estados Unidos.
En fin, la demagogia populista (simulación de que un gobierno se consagra a los pobres) nunca ha dado buenos resultados, pero continúan tras el poder: conseguirlo y conservarlo, con o sin democracia. El presidente de México habla en privado de “la lucha por el poder”, de hacer “cualquier cosa” por mantenerlo, lo cual da lugar a una mayor radicalización, sobre todo ¡en contra del INE hacia el 2024! (S. García Soto, el Universal, 9/V).
Murakami nos ha alertado: “Cerrar los ojos… no va a cambiar nada. Nada va a desparecer simplemente por no ver lo que está pasando. De hecho, las cosas serán aún peor la próxima vez que los abras” (Kafka a la orilla, 2002). El tiempo, oigan, no se detiene.
Sin ideologías, el excandidato Ricardo Anaya insiste en que “Andrés Manuel no entiende el mundo” y le ofrece “ideas viejas” (de “pena ajena”). Esto se confirmó en la ONU y con Biden en Washington… lo peculiar aquí es que Ebrard no logre advertirle sobre esos riesgosos desfiguros.
Cada día el Amado Líder se ve más desesperado, agresivo, radical y alejado de la realidad, pero no lo ayudan sus cercanos colaboradores. Y vienen al caso unas palabras de las redes: “¿Qué tipo de presidente tenemos que quienes lo rodean sienten que tienen que estarlo alabando y arrastrándose a sus pies de la manera más pública y constante?” Esto afecta a todos, eso sí, además de que impide corregir errores y acarrea costos enormes.
Tres aspirantes presidenciales de Morena compiten a través de sus encargos o apoyos zalameros a una persona, así como ante acusaciones de tipo criminal o electoral. Vendrá lo peor, dicen, en la grotesca lucha por mantenerse en el poder como un populismo autoritario no democrático, que protege a los delincuentes. ¡Estemos listos!
@cpgarcieral