
La tristeza no solo afecta nuestra mente, sino también nuestro cuerpo. Cuando experimentamos esta emoción, el cerebro libera menos dopamina y serotonina, dos neurotransmisores clave en la sensación de bienestar. Esta disminución puede causar una sensación de cansancio, falta de energía y dificultad para concentrarnos.
Además, la tristeza activa la respuesta del sistema nervioso parasimpático, lo que puede ralentizar el ritmo cardíaco y la respiración, generando una sensación de decaimiento. También es común que las personas experimenten tensión muscular, cambios en el apetito y problemas para dormir.
Aunque la tristeza es una emoción natural y necesaria para procesar experiencias difíciles, si se mantiene por largos periodos puede afectar nuestra salud física y mental, por lo que es importante reconocerla y buscar apoyo si es necesario.
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