Los peneques representan una joya de la gastronomía callejera capitalina, originarios del siglo XIX en tianguis y mercados de la Ciudad de México, donde surgieron como opción rápida y económica para el ajetreo diario. Estos antojitos, emparentados con tlacoyos y quesadillas, consisten en tortillas fritas rellenas de queso fresco, frijoles o habas, capeadas con huevo y harina, y bañadas en un sabroso caldillo de jitomate.
La preparación inicia con el caldillo: jitomates, chiles serranos, cebolla, ajo y epazote se cuecen, licúan y sofríen hasta hervir, retirando la hierba antes de servir. Para los peneques, se rellena la tortilla de queso, se dobla, se cubre con clara de huevo batida a punto de nieve más harina, y se fríe hasta dorar, escurrido en papel absorbente. Variaciones incluyen rellenos de guisados o longaniza, acompañados de arroz y frijoles, ideales en tiempos de vigilia.
Hoy, estos platillos persisten en mercados centrales del país, especialmente en la CDMX, aunque en riesgo de extinción fuera de puestos tradicionales. Su regreso en fondas modernas resalta el orgullo por recetas populares que fusionan maíz, huevos y salsa en un bocado crujiente y reconfortante. Probarlos evoca la esencia chilanga auténtica.