
Las vitaminas son fundamentales para el buen funcionamiento del organismo, ya que participan en procesos tan importantes como la producción de energía, el fortalecimiento del sistema inmunológico y el mantenimiento de la salud de huesos, piel y órganos. Sin embargo, alrededor de ellas también circulan numerosos mitos que pueden generar confusión en la población.
Uno de los más comunes es la idea de que consumir grandes cantidades de vitaminas garantiza una mejor salud. En realidad, el exceso puede ser contraproducente, ya que algunas, como las liposolubles (A, D, E y K), se almacenan en el cuerpo y su acumulación puede causar toxicidad.
Otro mito frecuente sostiene que los suplementos vitamínicos pueden reemplazar una dieta equilibrada. Los especialistas coinciden en que, aunque pueden ser de ayuda en casos específicos, la principal fuente de vitaminas debe ser una alimentación variada y rica en frutas, verduras, cereales integrales y proteínas.
En contraste, una verdad comprobada es que las deficiencias vitamínicas sí tienen consecuencias graves para la salud. La falta de vitamina D puede provocar debilidad ósea, mientras que una carencia de vitamina C puede afectar el sistema inmunológico. De igual forma, la deficiencia de complejo B puede impactar en la energía y en la salud neurológica.
La ciencia también respalda la importancia de adecuar la ingesta vitamínica a cada etapa de la vida. Los niños, adultos mayores, mujeres embarazadas y personas con ciertas condiciones médicas pueden requerir suplementos bajo supervisión médica.
Al final, la clave está en el equilibrio: mantener una dieta balanceada, evitar los excesos y consultar con profesionales de la salud antes de recurrir a suplementos.