
Cada año, más de ocho millones de personas mueren a causa del tabaco en todo el mundo, de acuerdo con datos oficiales. Pese a su letalidad comprobada, su consumo continúa siendo legal y, en muchos contextos, socialmente aceptado, lo que lo convierte en una de las mayores amenazas para la salud pública global.
Desde 1964 se ha documentado científicamente la relación directa entre el tabaquismo y enfermedades pulmonares, cardíacas y distintos tipos de cáncer, siendo esta adicción la principal causa de cáncer de pulmón. Sin embargo, el consumo no ha disminuido de forma significativa e incluso ha aumentado en algunos países.
En México, alrededor del 20% de los adultos fuma, lo que equivale a 17.5 millones de personas, según cifras recientes. Aunque desde hace más de una década se han implementado políticas antitabaco —como los espacios libres de humo, etiquetado con advertencias gráficas y el aumento de impuestos— los resultados han sido limitados. Una de las cifras más alarmantes es que los niños mexicanos inician el consumo de tabaco entre los 9 y 11 años, lo que incrementa drásticamente el riesgo de adicción crónica y enfermedades graves a lo largo de su vida.
El tabaco es la única adicción que mata a la mitad de sus consumidores, y los esfuerzos por frenarla no han sido suficientes. Mientras tanto, el gasto sanitario derivado de enfermedades relacionadas con el tabaquismo sigue en aumento, afectando no solo a los fumadores sino también al sistema de salud pública y a los no fumadores expuestos al humo de segunda mano.