
El mangostán (Garcinia mangostana), conocido como “la reina de las frutas”, es un fruto exótico originario del sudeste asiático que encontró en Chiapas, especialmente en la región del Soconusco, el lugar ideal para su cultivo. Introducido a México a finales de la década de 1960 mediante semillas provenientes de Malasia, hoy Chiapas concentra más del 90% de la producción nacional. Las condiciones climáticas y de suelo de esta zona permiten que el mangostán crezca con éxito, consolidándose como un producto emblemático del estado.
El mangostán se distingue por su cáscara dura y color morado intenso, que resguarda una pulpa blanca, suave y jugosa. Con un tamaño pequeño, de entre 4 y 7 centímetros de diámetro, su interior segmentado en gajos recuerda a la mandarina y ofrece un sabor agridulce que lo convierte en uno de los frutos tropicales más apreciados globalmente. Además, se consume fresco y forma parte de preparaciones como jugos, helados y postres.
El cultivo del mangostán en Chiapas requiere paciencia y cuidados específicos, pues tarda entre cinco y siete años en alcanzar su etapa productiva. La zona del Soconusco, con su clima cálido y húmedo, es ideal para ello, y la temporada de cosecha comprende de mayo a septiembre, con agosto como el mes de mayor abundancia. El fruto tiene un gran valor económico y comienza a destacar como producto de exportación, impulsando la economía local y el turismo enológico.
Más allá de su delicioso sabor, el mangostán es considerado un superalimento por sus propiedades medicinales. Rico en antioxidantes, especialmente xantonas, ofrece beneficios antiinflamatorios y analgésicos. Además, ayuda a la digestión y contribuye a la salud de la piel, siendo popular en la medicina alternativa y la nutrición. En Chiapas, el mangostán es un patrimonio biocultural que refleja la integración de influencias globales en la identidad agrícola local.