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Mandar o morir

Por María Luisa Paulín

Desde hace por lo menos tres lustros, los presidentes municipales trabajan a la sombra del crimen organizado. El precio para presidir un Ayuntamiento es alto. Hombres y mujeres se enfrentan a un dilema: mandar o morir.

En la mayoría de los casos, los aspirantes a gobernar sus pueblos hacen acuerdos con los grupos delictivos si quieren ganar elecciones y, ya en los cargos, deben pagar el favor.

Otros se vuelven socios y se convierten en el rostro oficial de los cárteles. Quienes se atreven a resistirse o a confrontarse tienen como destino la muerte.

Carlos Manzo, el alcalde de Uruapan, Michoacán, tuvo suerte en ganar las elecciones y gobernar un año su pueblo, pero ganar elecciones por 4-1 a Morena no fue su peor error; su más grande falla fue retar al partido, renunciando a sus filas para demostrar que estaban equivocados al no nombrarlo candidato. Ahí comenzó el fin de su historia.

Como dije arriba, desde hace por lo menos 15 años los grupos delictivos se vinculan a los candidatos. Comenzaron cooperando para las campañas y, poco a poco, fueron infiltrando los Ayuntamientos hasta convertirse en el verdadero poder.

Hoy por hoy mandan, según la información de Sedena, en por lo menos el 80 por ciento de los Ayuntamientos de México, y San Luis no escapa a esa condición.

Según tarjetas informativas de inteligencia militar, en territorio potosino los presidentes municipales se arreglan sin problemas con los cárteles locales y regionales y les ceden, para empezar, las policías municipales, las direcciones de Comercio, Obras Públicas y Catastro.

Algunos alcaldes gobiernan aliados con cárteles como el CDG, CJNG, Cártel del Noreste y, en la zona colindante con Zacatecas, el Cártel de Sinaloa (ahora en proceso de autoliquidación).

En campaña hubo algunos, como el hoy edil de Huehuetlán, Ramón Martínez Avitud, que mandó a los reporteros a “arreglarse” con los malos para promover su campaña. Hoy dice que lo protege la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez. Todo mundo sabe, pero nadie dice nada por temor.

En Matehuala es del dominio público que el alcalde, Raúl Ortega, consulta para todo a los supuestos jefes de plaza, igual que lo hace el de Rioverde, Arnulfo Urbiola.

En Catorce, el fuereño Javier Sandoval tiene su propio cártel instalado en la presidencia municipal. Se dice protegido de grandes capos gracias a su labor como coyote entre los cárteles y los aguacateros.

Según fuentes de Sedena, la mayoría de los alcaldes justifica sus vínculos con los delincuentes asegurando temer por su vida. En San Luis Potosí se protegen con la presunta cercanía con la dirigente de Morena, Rita Ozalia Rodríguez, hermana de la secretaria de Gobernación.

Gobernar un municipio no es fácil, pero cada quien sabe los terrenos que pisa cuando de aspirar se trata. Encontrar hombres con los arrestos de Carlos Manzo en la actual política mexicana es como encontrar una aguja en un pajar.

Nadie queremos más muerte ni violencia. Parece que lo ocurrido con Manzo ha despertado en los mexicanos sentimientos dormidos por los somníferos que, en forma de programas sociales, distribuye Morena a costa de una enorme deuda y de los impuestos que pagamos los que trabajamos para sostener al país.

P.D.1.- Con el asesinato del alcalde de Uruapan recordamos que el 15 de diciembre se cumple un año de la ejecución de Franco Lárraga, presidente municipal de Tancanhuitz. Hay varios detenidos por el caso, entre ellos el exalcalde Pepe Lupe Aguilar. Todos los implicados son, curiosamente, de Morena.

P.D.2.- La alianza entre el gobernador Ricardo Gallardo y el presidente municipal de la capital, Enrique Galindo, parece que trae buenas noticias para el 2026. El mandatario tiene destinados dos mil millones para obras. Que se hagan, que se hagan.

P.D.3.- Hace días, los diputados de Morena, Cuauhtli Badillo y Carlos Arreola, tuvieron la ocurrencia de subirse al Metro Red. Ambos tenían como objetivo darse un baño de pueblo para alimentar sus aspiraciones para el 2026, pero se llevaron tremenda “funada” en redes sociales. El nepobaby Arreola no usa el transporte público, cuando mucho maneja vehículos sin placas, y Cuauhtli se volvió fifí; le falta medio segundo para viajar en jet privado como Gerardo Fernández Noroña.

Hasta la próxima.

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