¿Por qué, si el miedo es una emoción que normalmente evitamos, muchos buscan activamente sentirlo? ¿Por qué tantas personas disfrutan de películas de terror, cuentos de fantasmas, historias de casas embrujadas o fenómenos paranormales? La fascinación por lo sobrenatural (aquello que no se puede explicar por medios racionales o científicos) está profundamente enraizada en la psique humana. Y lo interesante es que, más allá del susto, hay razones psicológicas poderosas que nos empujan a mirar con curiosidad hacia la oscuridad.
Desde una perspectiva evolutiva, el miedo es una emoción adaptativa. Nos ha ayudado, como especie, a sobrevivir. Estar alerta ante ruidos extraños en la noche o sentir escalofríos ante lo desconocido pudo significar, hace miles de años, la diferencia entre la vida y la muerte. Sin embargo, en el mundo moderno, la mayoría de nosotros ya no enfrentamos amenazas constantes a nuestra supervivencia. Y, aun así, el miedo persiste. ¿Por qué?
Una posible respuesta es que lo sobrenatural ofrece una vía segura para experimentar ese miedo. Cuando vemos una película de terror o escuchamos una historia de fantasmas, sabemos (consciente o inconscientemente) que no estamos realmente en peligro. Esa distancia permite que el miedo se vuelva excitante, casi placentero. Es como subir a una montaña rusa emocional: nos acelera el corazón, activa nuestros sentidos, y al final, nos permite volver a la calma con una descarga de adrenalina controlada.
Pero hay más, el atractivo por lo sobrenatural también está relacionado con nuestra necesidad de darle sentido a lo inexplicable. La mente humana detesta el vacío de respuestas. Cuando algo escapa a nuestra comprensión, lo sobrenatural aparece como una narrativa alternativa. No se trata solo de superstición: es un intento de llenar huecos en la comprensión del mundo, y en algunos casos, de darle consuelo a lo que resulta emocionalmente intolerable.
Además, lo sobrenatural conecta con lo simbólico. Monstruos, fantasmas y demonios suelen representar miedos más profundos: la muerte, la soledad, la culpa, el paso del tiempo. Freud lo llamaba “lo ominoso” (das Unheimliche): aquello que, siendo familiar, se vuelve inquietante. Un espejo, una muñeca, una casa vacía… elementos comunes que, bajo cierta luz, despiertan nuestros temores más primitivos.
En el fondo, quizá lo sobrenatural nos atrae porque nos enfrenta con lo desconocido, tanto del mundo como de nosotros mismos. Nos recuerda que, por más racionales que seamos, aún hay partes de la existencia (y de nuestra propia mente) que no terminamos de comprender. Y esa tensión entre lo que sabemos y lo que no sabemos genera una fascinación inevitable.
Así, cada vez que nos asomamos a lo oscuro (ya sea en una historia de terror o en una leyenda urbana), no solo buscamos asustarnos: buscamos sentirnos vivos. Porque el miedo, cuando es elegido y compartido, no nos debilita. Al contrario, puede recordarnos algo esencial: que aún hay misterios por descubrir… incluso dentro de nosotros mismos.
Estefanía López Paulín
Contacto: psc.estefanialopez@outlook.com
Número: 4881154435
