
En San Luis Potosí, la Clínica de Medicina Familiar “Pedro Bárcenas Hiriart” del ISSSTE volvió a ser noticia. Otra vez, chinches y cucarachas rondan las camas, los consultorios, los almacenes y hasta los quirófanos. No es la primera ocasión. Dicen que hay fumigaciones, pero no se ven resultados, pues los insectos siempre regresan. Ante tal escenario, las autoridades, no dudaron en prohibir que el personal coma dentro de la clínica, otros tantos repartieron culpas y atribuyeron la presencia de las plagas a los malos hábitos de higiene de los propios pacientes ¡Claro! Como si las cucarachas se alimentaran de los lonches de los médicos y no de la miseria acumulada por años de descuido.
El problema, desde luego, es mucho más grave que el simple hecho de que la fauna se pasee por pasillos y consultorios. Lo verdaderamente insoportable no son los insectos visibles, sino la plaga invisible; la corrupción. Esa sí que no hay insecticida que la espante, por el contrario, se le cuida, se le alimenta y se le fomenta como si fuera patrimonio institucional.
Ahí está, por ejemplo, el caso del Hospital General donde los señalamientos de nepotismo y corrupción son tan evidentes. Todos están documentados, denunciados, exhibidos, sin embargo, todos son negados con una desfachatez digna de aplausos. El ISSSTE, institucionalmente asegura que son campañas negras, que no es verdad, que todo es mentira, mientras tanto, familiares de directivos ascienden en la nómina como por arte de magia, contratos se asignan sin pudor y la podredumbre administrativa se normaliza.
¿Y qué decir del resto del sistema? Entre hospitales sin medicinas, clínicas con goteras, quirófanos clausurados y médicos que tienen que improvisar insumos, lo único que parece abundar son los parches mal aplicados. Porque sí, se fumiga de vez en cuando, se pinta una pared, se compra equipo de segunda y se emiten boletines para presumir que todo está bajo control. El discurso oficial insiste en que el sistema de salud se transforma, pero lo único que se transforma es la capacidad de los burócratas para maquillar su fracaso.
Volvamos a la metáfora. Las chinches, cucarachas y ratas son el síntoma; la corrupción es la enfermedad. Y como toda plaga que no se combate de raíz, se reproduce con rapidez y con saña. Se instala en la nómina, en los contratos, en los nombramientos, en los silencios cómplices. Y ahí sí, ninguna brigada entra con veneno, porque esa plaga no incomoda a quienes gobiernan el sistema, al contrario, es la que garantiza su subsistencia.
Así que no nos engañemos. Mientras el ISSSTE y el resto de las instituciones de salud en el país sigan tratando la corrupción como si fuera parte del mobiliario, igual que una silla rota o un ventilador descompuesto, los pacientes seguirán padeciendo no sólo chinches en las camas, sino también el verdadero parásito que devora al sistema desde adentro; la impunidad.
Cavilaciones:
Primera: Taxistas y Ubers sí que han hecho su agosto durante los días de feria. Asistentes a los conciertos de Marilyn Manson y Don Omar aseguran que estuvieron cobrando 500, 700 y hasta 900 pesos por viajes en los que, normalmente, se cobra entre 90 y 150 pesos. Pero hay un Dios que todo lo ve, mondrigos. Este felino estará atento a lo que ocurra durante los próximos conciertos como los de Grupo Frontera y Enrique Iglesias ¡Grrr!
Segunda: En la carretera San Luis-Matehuala ha vuelto la venta de cactus y otras especies en peligro de extinción. Como en los viejos tiempos se ofertan a orilla de carretera en el tramo entre El Huizache y Charco Cercado. Ni Semarnat, ni Profepa se han dado por enterados.
Tercera: Alguien ya póngale fin al escandalazo que traen en la Universidad Politécnica por la PoliRola. La canción está fea. No lo pueden negar. Me da la impresión de que la hizo un chavorruco queriendo caerle bien a la chaviza ¡Miau!