Columnas

La importancia de la madre para la sociedad

Por Estefanía López

La relación entre madre e hijo es uno de los primeros y más significativos vínculos afectivos en la vida de una persona. Desde una perspectiva psicológica, esta conexión temprana influye de manera profunda en el desarrollo emocional, la autoestima y la salud mental del niño. Más que una relación biológica, se trata de un lazo afectivo que puede moldear la forma en que el niño percibe el mundo, a los demás y a sí mismo.

Durante los primeros años de vida, el niño no solo necesita alimento y cuidados físicos: necesita, sobre todo, una figura de apego segura que le brinde contención emocional, protección y amor incondicional. El psicólogo John Bowlby, pionero de la teoría del apego, sostuvo que un vínculo afectivo sólido con la madre (o con una figura materna significativa) es esencial para que el niño desarrolle confianza básica y seguridad emocional. Esta seguridad se convierte en la base para explorar el entorno, regular sus emociones y establecer relaciones sanas en el futuro.

Creación de Apegos

Cuando el niño siente que puede acudir a su madre para calmarse, recibir consuelo o expresar sus necesidades sin temor a ser rechazado, comienza a desarrollar lo que se conoce como “apego seguro”. Esta forma de apego favorece un desarrollo emocional equilibrado, ya que el niño aprende que el mundo es un lugar predecible y que sus emociones son válidas y pueden ser atendidas. A largo plazo, esto se traduce en una mayor capacidad para manejar la frustración, relacionarse con empatía y enfrentar desafíos emocionales.

Por el contrario, cuando la relación madre-hijo se ve afectada por la ausencia emocional, la sobreprotección, el rechazo o la inconsistencia, el niño puede desarrollar formas de apego inseguro. Estas formas de vínculo pueden manifestarse en la infancia como ansiedad, problemas de conducta o retraimiento, y en la adultez como dificultades para establecer relaciones estables, baja autoestima o vulnerabilidad frente a trastornos como la depresión y la ansiedad.

Esto no significa que la madre deba ser perfecta ni estar disponible todo el tiempo. Lo que realmente marca la diferencia es la sintonía emocional: la capacidad de la madre para reconocer, validar y responder a las necesidades afectivas del niño. Incluso en los momentos de desconexión (que son naturales y frecuentes), lo importante es la capacidad de reparar el vínculo: volver a conectar, pedir perdón si es necesario, y demostrar que la relación sigue siendo un espacio seguro.

Autocuidado

Además, el desarrollo emocional del niño también se fortalece cuando ve que su madre cuida de sí misma. Una madre emocionalmente presente no es aquella que se sacrifica por completo, sino la que sabe equilibrar sus propias necesidades con las de su hijo. Cuidar el vínculo también implica cuidar la propia salud mental.

El amor y la presencia emocional de una madre son pilares fundamentales para la salud mental infantil. Cultivar una relación afectiva sana desde el inicio no solo fortalece al niño, sino que crea las bases para una sociedad emocionalmente más saludable.

 

Estefanía López Paulín
Contacto: psc.estefanialopez@outlook.com
Número: 4881154435

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