
Aunque para muchos son simples mitos o leyendas urbanas, hay muñecos cuyas historias han traspasado generaciones, alimentando relatos paranormales tan inquietantes que resultan difíciles de ignorar. Entre estos juguetes “prohibidos” destacan Robert, Annabelle, Okiku y Joliet, cada uno con un oscuro pasado que sigue atemorizando a curiosos y creyentes.
Robert: Todo comenzó en 1906, cuando Gene Otto, un niño que vivía en Key West, Florida, recibió de regalo un muñeco vestido de marinero de manos de una empleada de origen bahameño, presuntamente practicante de vudú. Pronto, Gene comenzó a hablar con Robert como si fuera una persona real. Vecinos aseguraban ver movimiento en la casa cuando estaba vacía, y algunos afirmaban que Robert se asomaba por las ventanas. Pesadillas, pasos nocturnos y moretones inexplicables en Gene obligaron a sus padres a aislar al muñeco en el ático. Décadas después, Robert fue trasladado al museo Martello Gallery-Key West Art and Historical Museum, donde visitantes y trabajadores afirman que aún se mueve y golpea el cristal que lo encierra.
Annabelle: En 1970, Donna, una estudiante de enfermería, recibió como obsequio una muñeca de trapo Raggedy Ann Doll. Pronto, ella y sus compañeras notaron que Annabelle cambiaba de posición y aparecía en diferentes habitaciones. Un amigo de Donna, Lou, afirmó que la muñeca intentó estrangularlo mientras dormía. Alarmadas, acudieron a una médium, quien reveló que el espíritu de una niña llamada Annabelle Higgins habitaba la muñeca. La pareja de demonólogos Ed y Lorraine Warren intervino y concluyó que no era un espíritu infantil, sino una entidad demoníaca. Hoy, Annabelle permanece encerrada en el Museo del Ocultismo de los Warren en Connecticut, rociada periódicamente con agua bendita.
Okiku: La historia de Okiku se remonta a 1918 en Japón. Una niña enferma recibió la muñeca como regalo de su hermano y murió poco después. La familia, desconsolada, la conservó como recuerdo, hasta notar que el cabello de la muñeca comenzó a crecer. Convencidos de que el espíritu de su hija vivía dentro de Okiku, la entregaron a un templo en 1938. Desde entonces, los monjes cuidan la muñeca, cortan su cabello y mantienen viva la leyenda de que sus ojos y labios muestran señales de vida.
Joliet: Quizá la más perturbadora es Joliet, una muñeca que ha pasado por cuatro generaciones de una misma familia. Según la leyenda, cada heredera da a luz a un niño y una niña: el varón muere a los tres días y su alma queda atrapada en Joliet, mientras la muñeca pasa a la niña sobreviviente. Su actual dueña, Anna G., asegura que por las noches se escuchan pasos, voces y llantos de niños. La familia cree que dentro de Joliet habitan las almas de sus hijos fallecidos, motivo por el que nunca se deshacen de ella.
Historias como estas mantienen viva la fascinación por lo paranormal y recuerdan que, a veces, hasta los juguetes más inocentes pueden esconder secretos escalofriantes.