Columnas

Generación Z y el minimalismo profesional

Entre el equilibrio y la evasión

La Generación Z está reconfigurando nuestra idea del trabajo. A diferencia de generaciones anteriores, que muchas veces entendían el éxito como sinónimo de largas jornadas, estabilidad laboral y proyección a largo plazo, esta nueva generación está diciendo algo distinto: no queremos pasar toda la vida encerrados trabajando.

Esta actitud ha sido interpretada de múltiples formas. Algunos la ven como un despertar consciente hacia un estilo de vida más saludable y equilibrado. Otros, en cambio, la relacionan con un aumento de la procrastinación, la falta de compromiso o una cierta dificultad para sostener procesos a largo plazo. ¿Dónde está la verdad? Probablemente, en un punto intermedio.

El minimalismo profesional (esa decisión de trabajar “lo justo” para vivir con lo suficiente) puede verse como una respuesta saludable a un sistema que durante décadas ha promovido el burnout como estilo de vida. Hay, sin duda, una mayor conciencia sobre la salud mental, los límites, y el deseo de encontrar sentido en lo que se hace. Muchos jóvenes buscan trabajos que les permitan flexibilidad, tiempo libre, y espacio para otras dimensiones de la vida: el arte, la amistad, el descanso, el activismo, el autocuidado.

Pero también es cierto que esta búsqueda de equilibrio puede convertirse, a veces, en una evitación emocional encubierta. La procrastinación, tan común entre jóvenes de esta generación, no siempre está motivada por pereza o desinterés, sino por miedo: miedo al fracaso, a no estar a la altura, a elegir mal o quedar atrapados en un sistema que no los representa. Vivimos en una época de sobreinformación, hiperconectividad y presiones contradictorias: sé libre, pero triunfa; no te quemes, pero destaca. Este ruido constante puede paralizar.

Además, la falta de motivación sostenida también puede estar relacionada con una baja tolerancia a la frustración, alimentada por entornos que han priorizado la inmediatez y el reconocimiento rápido. En ese sentido, el reto no es volver al modelo antiguo (sacrificio, explotación, éxito a cualquier precio), sino encontrar un punto medio donde el trabajo no nos devore, pero tampoco se vuelva una zona de evasión.

El minimalismo profesional bien entendido no es falta de ambición, sino redefinición de prioridades. Se trata de preguntarnos: ¿qué me hace bien? ¿Qué tipo de vida quiero construir? ¿Qué aporto al mundo desde lo que sé hacer? Y también: ¿qué estoy evitando al no comprometerme?

Quizás la Generación Z no vino a romper con el trabajo, sino a reimaginarlo. A construir formas más humanas, creativas y sostenibles de vivir y producir. Pero para que esa transformación no se convierta en autoengaño, será necesario también trabajar la responsabilidad emocional, el sentido del esfuerzo, y la capacidad de sostener procesos incluso cuando no todo es inmediato ni cómodo.

El desafío está servido. No se trata de elegir entre vivir o trabajar, sino de aprender a hacer ambas cosas con conciencia, dirección y equilibrio.

Estefanía López Paulín
Contacto: psc.estefanialopez@outlook.com
Número: 4881154435

Botón volver arriba