
Estaba el viejo socarrón en una mesita exterior de la popular cafetería en una concurrida avenida de la ciudad. Esta temporada la lluvia se precipita allí casi diario a eso de las 6 o 7 de la tarde, y apenas son las dos de ese soleado día en que salió a probar por ahí su tanquecito portátil de oxígeno.
A través del cristal destacaban varias mujeres que, desde adentro miraban hacia fuera sentadas en una barra. Había una morenita como italiana o tunecina, muy joven e increíblemente guapa, que a él le parecía Claudia Cardinale a los 17 años. Se dio cuenta de que ella lo miraba largos ratos y consideró que tal vez recordaba a alguien: ¿un tío, su padre o un exnovio?
Mujeres bellas siempre ha habido y habrá, pensó para sus adentros.
El diluvio se soltó unos minutos después y las bonitas sombrillas no alcanzaban a tapar mucho. Por fortuna, ya se había acabado su té chai con leche y casi todo el panqué. Al verlo con sus canas y el tanque, varios clientes se aprestaron a ayudarlo para guarecerse al interior, aunque su problema es de los pulmones y no ha perdido tanta movilidad. Si acaso, aún no sabe jalar bien la latosa carretilla de aire suplementario que le han mandado los doctores.
Le viene a la memoria que, hace mucho tiempo, en una lejana y lluviosa ciudad él marchó como estudiante con los laboristas y el Partido Comunista para protestar contra el golpe de Estado a Salvador Allende en Chile. Eso dolía por su idealismo progresista, además de anticipar una larga dictadura que reprimió, mató y exilió a muchos, aunque puso orden en el panorama económico de ese país. Al iniciar la manifestación sobre todo de ingleses, su joven pareja preguntó sobre el texto en la pancarta que le dieron, ‘CIA kills elected president’: ¿Qué es eso de CIA? Lo recuerda ahora con agrado y nostalgia.
Esperó ahí sentadito un buen rato a que amainara la terca luvia. Luego se asomó a las amplias banquetas y el camellón peatonal. Al regresar por sus cosas se encontró de frente con la joven que salía del café y, aunque ya no lo había mirado sólo acertó a decirle “Eres muy bonita”. Ella, quizá turbada, sonrió y le respondió: “¡Igualmente!” … Siguió su camino, como si nada.
A la sazón, recuerda que hace mucho tiempo se encontró en forma intencional con la actriz de moda Mía Farrow en el camino a los baños de una famosa discoteca en Acapulco, y apenas alcanzó a balbucearle: “You’re beautiful!”. Aquella vez ella sólo se río… para perderse entre los guaruras de Sinatra, supuso.
Bueno, como en el memorable filme “La lista de Schindler”, este felino otoñal podría dar sus últimos zarpazos… con ciertas posibilidades de redención y de regresar a su castigado país un poco de lo mucho que ha recibido. Aunque hace años se volvió neoliberal, este sería un pequeño triunfo de la empatía o compasión sobre el egoísmo o conformismo.
En lo personal, le brotan las reminiscencias de tantos desafíos y aprendizajes exitosos a lo largo de décadas y en tantos lugares, muchos más que los fracasos o sinsabores. Y todavía hay de todo cada semana.
Cierra los ojos y también tiene presente que, en décadas pasadas, ha estado frente a ocho presidentes mexicanos, y en algunos de esos casos aprendió bastante sobre qué se debe hacer o no hacer a ese nivel, lo cual le allana opinar de la situación actual.
Se trata de apretar al final de la vida, piensa hoy, en los últimos metros como en aquella primera medalla olímpica en caminata para nuestro país, que fue conseguida por el sargento Pedraza en México 68. Eso contagió e inspiró a todo un país… en esta etapa, me dijo luego, es cosa de aportar lo más posible a un mejor futuro.
Con todo, no deja de reflexionar que resulta muy desfavorable que las cosas no se puedan hacer tan bien como hace años En lugar de una demagogia mentirosa e irresponsable, se requiere hoy honestidad y auténtica empatía con mucha eficacia.
Le queda claro, eso sí, que por andar de honesto (en el manejo de miles de millones) y de gastalón (ante tantas aspiraciones familiares) acabó en una no tan honrosa medianía, que puede afectar de más en un país con tantas limitaciones en la atención de la Seguridad Social y con una fea desigualdad que se agrava por la corrupción y criminalidad. ¡Parecería poco aconsejable no ser corrupto!
A final de cuentas, llegaron por él en un cochecito. Y, según dijo allí, tenía una cita en esa misma zona en un par de horas, aunque con los encharcamientos difícilmente llegaría a tiempo.
@cpgarcieral