En uno de los pasillos del Mercado República, lejos del ruido acelerado de la ciudad y del consumo inmediato, persiste un oficio que se ha transmitido de generación en generación. Entre plantas medicinales, veladoras y el aroma constante del copal, las familias del Mercado República han construido su vida alrededor de la herbolaria y la curación tradicional, un conocimiento que no se aprende en libros, sino en la práctica cotidiana y la convivencia con la gente.

Gustavo Ángel Hernández Escandón, Carlos Méndez y Luis Méndez son parte de esa historia. Algunos suman 15, otros 22 años de trabajo formal, pero todos coinciden en algo: en realidad, han estado aquí toda la vida. Sus bisabuelos ya se dedicaban a la herbolaria, oficio que pasó a abuelos, padres e hijos, sobreviviendo incendios, reubicaciones y la transformación del mercado.

“Antes se trabajaban sobre todo las tomas, los compuestos, las hierbas”, cuentan. Hoy la oferta se ha ampliado: plantas medicinales, veladoras, lociones, jabones, inciensos, pulseras y productos esotéricos. No se vende al azar. Cada persona llega con un problema —salud, trabajo, amor, protección— y recibe una recomendación específica. No hay fórmulas universales.
La curación sigue siendo lo más solicitado. Limpias, protecciones, rituales con copal o veladoras acompañadas siempre de oración. “La fe mueve montañas”, dicen, aclarando que los productos no son mágicos por sí solos: funcionan cuando hay confianza y se hacen las cosas como se indica.

Han visto casos difíciles: personas enfermas, desahuciadas por médicos, que encuentran alivio; otras que llegan cargadas de miedo, nervios o lo que llaman “daño”. No prometen milagros, pero sí acompañamiento. “Esto no es para todos”, reconocen. Aun así, la gente sigue llegando.
Entre el bullicio del mercado, la herbolaria permanece como un refugio antiguo: un espacio donde tradición, creencia y experiencia cotidiana se mezclan, recordando que en los mercados también se cura, se escucha y se sostiene la vida.

Quienes trabajan ahí saben que este camino no es para cualquiera. La herbolaria y la curación popular exigen paciencia, sensibilidad y responsabilidad. Aun así, siguen abiertos cada día, convencidos de que su labor tiene sentido. En el Mercado República, entre hierbas y fe, la tradición no solo sobrevive: sigue ofreciendo consuelo, escucha y esperanza a quien decide cruzar el pasillo y preguntar.
