
El programa Jóvenes Construyendo el Futuro, en San Luis Potosí, se enfrenta a un vicio tan antiguo como la política misma; el famoso “moche”. Empresarios y supuestos centros de trabajo han encontrado la fórmula perfecta para convertir un programa social en un negocio privado. La Delegación del Bienestar denunció recientemente irregularidades, pero como buena institución pública aplica la receta clásica: culpar a la administración anterior.
La realidad es mucho más grave que esta simple denuncia, pues los jóvenes no son los únicos rehenes de este mal. Miles de adultos mayores, beneficiarios de la pensión federal, también padecen un despojo silencioso y cruel, aunque en este caso son sus propios familiares quienes, con descaro y sin un ápice de vergüenza, les arrebatan el dinero.
La ironía es grotesca, mientras el gobierno presume programas de justicia social, en la práctica son los nietos y los hijos quienes actúan como intermediarios del saqueo doméstico. Una variante familiar del moche, con la misma impunidad.
Ambos casos, los jóvenes obligados a compartir su beca y los abuelos despojados de la suya, revelan un punto en común; la fragilidad de los programas sociales frente a la corrupción y el abuso. Es tan fácil torcerlos, manipularlos o exprimirlos, que pareciera que fueron diseñados no para ayudar a los más vulnerables, sino para tentar a los oportunistas.
La pregunta es obligada: ¿De qué sirve la millonaria inversión en estos programas si el Estado es incapaz de blindarlos de las manos largas, ya sean de empresarios, burócratas o familiares sin escrúpulos? De poco sirve presumir cifras históricas de beneficiarios si buena parte del recurso termina en bolsillos ajenos.
México ha convertido el moche en un deporte nacional que se practica en oficinas, empresas y hasta en los hogares. Y mientras no se reconozca la magnitud del problema y se establezcan mecanismos serios de control, la escena seguirá repitiéndose; jóvenes que pagan por ser becarios, abuelos que terminan sin pensión, y autoridades que culpan al pasado para no incomodar al presente.
Al final, pareciera que el verdadero programa social de este país no es Jóvenes Construyendo el Futuro ni Pensión para el Bienestar de los Adultos Mayores, sino el eterno “Todos Construyendo el Moche”.
Cavilaciones:
Primera: Crece la oposición al uso del fracking en la exploración que pretende hacer PEMEX en la zona Huasteca para perforar, al menos, cuatro pozos. Ya un grupo de ambientalistas ha hecho movilizaciones y no tardan en alcanzar la atención de medios nacionales. La presidenta Claudia Sheinbaum, como es su costumbre, minimiza la técnica incluida en el plan 2025-2035 de la paraestatal. Aténganse al caldo y no pongan frijoles ¡Miau!
Segunda: Dicen que, por la oficina de la secretaria de Energía del Gobierno Federal, Luz Elena González, desfilan desde hace algunas semanas, potosinos en busca de cobijo político. Hay quienes acuden solos, otros en pareja, otros más en grupo. La empresaria tiene vínculos con industriales potosinos desde hace años y, conociendo su cercanía con la presidenta, pues andan haciendo camino hacia en 2027 ¡Grrrr!
Tercera: Un buen chisme se ha hecho en redes sociales luego de que la activista Natalia Castillo exhibiera a la senadora panista, Vero Rodríguez, con un vestido de la diseñadora española Purificación García. La panista lució la prenda durante el arranque del periodo de sesiones del Congreso de la Unión. Doña Vero tiene doble sueldo, debe andar ganando medio millón de pesos al mes. La también dirigente de Acción Nacional en SLP no gasta prácticamente en nada, cobra viáticos en el Senado y en el Comité Estatal. Son sus tiempos de vacas gordas, lo que no justifica que violente los protocolos de vestimenta del Congreso para sesiones solemnes. Es verdad que la política potosina puede costearse esos lujos y más. Ella no ha hecho promesas de pobreza o austeridad como los incongruentes morenistas. Por cierto, contratar un asesor de imagen, le vendría bien.