En una época donde la estridencia parece ser la herramienta favorita de quienes buscan hacerse escuchar, resulta refrescante y profundamente aleccionador ver que aún hay quienes creen en la fuerza de la razón, la constancia y la altura moral. Tal es el caso del rector de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Alejandro Zermeño Guerra, quien lejos de optar por el ruido o el enfrentamiento político, emprendió una cruzada serena, pero firme, por los recursos que legítimamente pertenecen a la institución que encabeza.
No fue tarea sencilla. Tocó puertas en todos los niveles posibles; la de Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Gobernación; la de Mario Delgado, titular de la SEP; y sí, incluso la de la presidenta Claudia Sheinbaum. Lo hizo con respeto, con argumentos, con la dignidad que corresponde a quien representa a la Máxima Casa de Estudios de San Luis Potosí. Y lo más importante; lo hizo sin caer en la tentación de la confrontación estéril.
La UASLP enfrentaba una crisis inminente. Diversas autoridades mantenían un adeudo que superaban los cientos de millones de pesos, y las proyecciones financieras apuntaban a que, en noviembre, simplemente ya no habría recursos para cubrir su operación básica. Una situación que, de prolongarse, habría significado un golpe directo a miles de trabajadores, académicos y estudiantes, además de un retroceso para la vida científica, cultural y social de todo el estado.
El acuerdo alcanzado y confirmado por el propio Gobierno del Estado permite, al menos en el corto plazo, respirar con cierto alivio. Si el compromiso se cumple, la Universidad podrá cerrar el año sin sobresaltos y más allá de eso, este episodio deja lecciones importantes. La primera, que la firmeza institucional y el diálogo respetuoso aún pueden prevalecer en medio de la cerrazón y la indiferencia burocrática. La segunda, que las universidades públicas siguen siendo un bastión que debe defenderse con argumentos, con presencia y con altura.
Sería ingenuo pensar, sin embargo, que todo se resolvió mágicamente. Porque, aunque hoy el entendimiento parezca haber triunfado, no podemos soslayar que esta crisis tiene su raíz en una política federal que, bajo el discurso de “democratizar la educación”, ha terminado por asfixiar a las universidades consolidadas del país. La llamada Cuarta Transformación, en su afán de multiplicar instituciones improvisadas (muchas de ellas sin estructura, sin academia, sin investigación y sin rumbo), ha debilitado el presupuesto de las universidades con historia, con resultados y con verdadera vocación formativa.
En ese contexto, la UASLP no es una excepción, es una víctima más de una lógica centralista que castiga la excelencia para premiar la ocurrencia. Mientras se recortan fondos a las universidades que han demostrado su calidad, se canalizan recursos a proyectos educativos que no logran acreditarse, que no producen ciencia ni egresados competitivos. El resultado: instituciones históricas obligadas a mendigar lo que por derecho les corresponde.
Hoy, se celebra que la UASLP haya asegurado su cierre de año en cuestiones administrativas (si es que el gobierno cumple su palabra), y se reconoce que lo haya hecho sin perder la compostura ni la elegancia institucional, sin embargo, conviene advertir que el horizonte de 2026 no se vislumbra menos turbio. Las “ideas innovadoras” de la Federación, esas que suelen surgir de la improvisación o del dogma, amenazan con repetir el ciclo de precarización. Y si la educación pública vuelve a ser moneda de cambio o terreno de experimentación política, el triunfo de la razón de hoy podría convertirse mañana en una amarga anécdota.
Cavilaciones:
Primera: Los diputados locales trabajan con los organismos operadores de agua potable que buscan desesperadamente un ajuste a la tarifa. El vital líquido está convertido en herramienta de uso político y eso ha hundido a los organismos que se quedan sin capacidad de garantizar un buen servicio, porque se los comen las altas tarifas de luz, la reparación de sistemas de bombeo y, en algunos casos, los de saneamiento. Sería bueno que los diputados estudiaran con objetividad el tema y que incluyan a especialistas de la UASLP, quienes, desde luego, tienen la mejor información al respecto.
Segunda: Los casos de sarampión están creciendo peligrosamente en territorio potosino y parece que las autoridades del Sector Salud no le están dando importancia ¡Que Dios reparta suerte! ¡Miau!
Tercera: Antreros se quejan por la clausura de sus establecimientos. Aseguran que también en ese sector hay consentidos y que todo mundo sabe cuáles son: operan toda la noche, golpean a los trabajadores, no se diga a sexoservidores y nunca pasa nada. Dirían en mis tejados: Le hacen al tío Lolo. Si alguien se atreve a tocarlos, arde Troya ¡Grrr!