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Elucubraciones: Sara Rocha; entre bromas y bendiciones

Por El Gato Filósofo

A veces, la clase política de San Luis Potosí nos regala verdaderas joyas narrativas. No me refiero a obras literarias, sino a episodios que rozan la tragicomedia. El más reciente lo protagonizó la presidenta de la Directiva del Congreso del Estado, Sara Rocha Medina, quien pasó en cuestión de horas de presumir, entre sonrisas y bendiciones, que había ganado una camioneta en la posada del Gobierno del Estado, a asegurar que todo era una inocentada adelantada. Una broma. Un chascarrillo. Una puntada navideña.

El video original es difícil de olvidar: Rocha, visiblemente emocionada, asegurando que Dios, la vida y, faltaba más, el gobernador la habían colmado de favores. La diputada celebró con una mezcla de júbilo franciscano y satisfacción terrenal excesivamente sincero. La escena parecía salida de un sorteo televisivo.

La magia, sin embargo, duró poco. Las redes sociales hicieron lo suyo, la indignación creció, los cuestionamientos se multiplicaron, y, de repente, el premio se desmaterializó. La diputada volvió a aparecer en otro video, esta vez con un tono que intentó plantear como juguetón, pero que parecía implicar cierto arrepentimiento, para decir que todo era un juego, una broma, una ocurrencia a destiempo. Como si uno pudiera confundir un auto de lujo con una paleta Payaso.

El problema, sin embargo, no es la calidad humorística de la diputada que, dicho sea de paso, deja mucho que desear, sino lo que revela el episodio; la comodidad con la que algunos representantes populares asumen que es normal recibir, celebrar y presumir regalos de ese calibre. Ya sea real o fingido, el simple hecho de que la narrativa se haya construido en torno a un auto de lujo rifado entre diputados dice más del ambiente político que mil discursos sobre austeridad o transparencia.

La ola de críticas no surgió por mala leche ni por conspiración. Surgió porque la gente está cansada de ver cómo, quienes deberían ser los más responsables del gasto público, parecen, a ratos, los más ajenos a la sensibilidad social. ¿Qué mensaje manda una legisladora que presume un regalo de cientos de miles de pesos y luego dice que era broma? ¿Qué se supone que debemos pensar los mortales comunes? ¿Que el humor legislativo incluye camionetas fantasma? ¿Que la realidad y la ficción se intercambian según la conveniencia del día?

Quizá el episodio termine en el cajón de anécdotas pintorescas que tanto abundan en la política local, pero valdría la pena que quienes ocupan una curul entendieran algo simple: no es momento de exprimir la cortesía gubernamental, ni de presumir lujos, sean reales o imaginarios, ni de jugar con símbolos que irritan a una sociedad golpeada por la desigualdad.

Sara Rocha puede seguir bromeando si lo desea; es su derecho. Lo que ya no es broma es la percepción de que ciertos diputados viven en una burbuja donde los regalos caros son premiables, filmables y posteables hasta que se convierten en un problema. Ahí, curiosamente, todo cambia de significado.

Cavilaciones:

Primera: Los senadores de Morena gastaron 7.5 millones de pesos en la adquisición del libro del expresidente Andrés Manuel López Obrador titulado Grandeza. Los señores y las señoras legisladoras no leen, es más, ni siquiera saben leer, peeero debe ser muy emocionante gastar el dinero ajeno ¡Miua!

Segunda: La ley contra los vapeadores va en serio. Si usted es de los que fuma cigarros electrónicos y gusta de esas sofisticadas pipas de vapor de cigarro vaya dejando el vicio, porque corre el riesgo de ser procesado por un montón de delitos. ¡Ah! Dele las gracias a la cuatroté.

Tercera: Este felino se enteró de que el titular del Instituto de Fiscalización Superior, Rodrigo Lecourtois, no midió a todos los Ayuntamientos con la misma vara. Aplicó el principio aquel que dice que a los amigos justicia y gracia, a los enemigos, la ley a secas. Los informes finales revelan que hay observaciones por más de mil 800 millones.  ¡Mmmm! Dijo el mudo.

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