
En política, los muertos nunca están tan muertos y los exiliados nunca se van tan lejos. Enrique Galindo lo sabe bien; tras haber sido expulsado del PRI por obra y gracia de Sara Rocha y sus leales escuderos, hace unos días pudo regresar al redil, primero porque el Tribunal lo ordenó y luego, porque Alejandro “Alito” Moreno, lo acogió como si nada hubiera pasado. Un retorno extraño, casi teatral, que deja al descubierto la fragilidad del priismo potosino y la urgencia de aparentar unidad, aunque sea a jalones y regañadientes.
Sara Rocha, claro está, no oculta su muina. La dirigente estatal, aferrada con uñas y dientes a la ya muy mermada ubre del tricolor, digiere a regañadientes la rehabilitación de Galindo. Y no sólo eso, desde la presidencia del Congreso del Estado ha comenzado a perfilarse como su rival interna rumbo al 2027. Porque en política, el coraje también se convierte en aspiraciones improvisadas (en algunos casos, incluso se convierte en ambición), y Rocha parece dispuesta a disputarle a Galindo la candidatura al gobierno, aunque para ello deba montar un espectáculo que incluye campañas mediáticas que, curiosamente, encuentran refugio en los recursos y el eco del propio Poder Legislativo.
La escena no podría ser más oportuna, o incómoda; este reacomodo sucede en vísperas del Informe de Gobierno de Enrique Galindo, en un contexto donde se presume una paz pactada con Ricardo Gallardo, pero donde los equipos de ambos todavía se siguen dando pellizcos por debajo de la mesa. Nada grave, dicen, sólo esas pequeñas dosis de guerra fría que mantienen viva la tensión y recuerdan que en política la tregua nunca es total.
El retorno de Galindo al PRI no es, pues, la crónica de un perdón sincero, sino el retrato de un partido que se resiste a morir mientras sus protagonistas libran batallas intestinas con una mezcla de resentimiento, cálculo y conveniencia. Extraño retorno, sí, pero nada que sorprenda pues, como bien sabemos, en el priísmo potosino, los pleitos nunca se acaban, sólo se posponen.
Cavilaciones:
Primera: SEDUVOP, SCT o la Junta Estatal de Caminos deben poner atención a los desprendimientos de piedras y tierra en los muros de la llamada Vía Alterna. El fin de semana, usuarios enviaron fotografías a este felino donde se muestra como la fuerte corriente de la bajada de agua en las lluvias de los últimos días arrastró una buena cantidad de ellas hasta el cruce de avenida Juárez con Periférico. La dispersión de piedras, tierra y otros materiales en la vía puede representar un peligro para los usuarios. Remediar los muros es algo de alta prioridad antes de que pase una desgracia.
Segunda: Triste muy triste lo que ocurrió ayer en las instalaciones del Comité Directivo Estatal del PAN. Un entusiasta militante, empleado del Ayuntamiento capitalino sufrió un infarto. No hubo manera de ayudarlo. Enrique Alejandro Castillo dejó la vida en la mismísima sede de Acción Nacional. Versiones de testigos aseguran que la ambulancia tardó horas en llegar. Un socorrista que estaba entre los asistentes buscó prestarle auxilio sólo para descubrir que, en el edificio panista, no había ni un botiquín básico de esos que cuestan 200 pesos en las Simifarmacias. Por si fuera poco, Christian Azuara, también funcionario municipal, casi golpea a uno de sus compañeros de partido en plena crisis ¡Apenas se puede creer! ¡Miau!
Tercera: Agotadas todas sus víctimas políticas, ahora, el diputado Rubén Guajardo busca usar como carne de cañón al regidor concejal de Villa de Pozos, Dante Alan Carreón. Le está prometiendo que será candidato de Acción Nacional a la presidencia municipal del municipio 59 en el 2027. En el afán, lo está corriendo sin aceite en los menesteres de manifestaciones ruidosas para ganar notoriedad pública. El buen Dante debería preguntarle a algunos aspirantes a jueces y magistrados cómo les jugó el dedo en la boca. Entre los agandalles de Guajardo y las trácalas de Maribel Lemoine no hay diferencia. Dicen en el pueblo que los burros son buenos para rascarse y también para sorprender incautos.