
Por fin, Rita Ozalia Rodríguez Velázquez, puede presumir un verdadero acierto al frente de Morena en San Luis Potosí. Y no, no se trata de otro pronunciamiento absurdo contra los conservadores ni de una nueva declaración de esas que rayan entre lo solemne y lo inverosímil. Se trata, esta vez, de algo más terrenal y efectivo; la incorporación de Leobardo Guerrero Aguilar a las filas del partido guinda.
Leobardo no es un improvisado ni un oportunista más que viene a ver qué cae. Su trayectoria, aunque zigzagueante, tiene la virtud de haber nacido desde abajo, con trabajo territorial, con arraigo en la Zona Media y, sobre todo, con una credencial que pocos pueden mostrar: la de haber enfrentado al poder sin arrodillarse. En Rioverde le conocen más por su terquedad que por sus discursos, y eso, en política, suele ser un elogio.
A diferencia de otros «fichajes estelares» de Morena en los últimos meses, Guerrero no llega con la sombra de escándalos judiciales ni con la mirada extraviada de quien quiere fuero y protección. No. Leobardo representa un perfil que podría oxigenar al partido y devolverle algo del impulso social que se le fue perdiendo entre tanta adhesión sospechosa.
Y es que basta revisar el archivo para entender por qué la llegada de Leobardo se siente como una bocanada de aire fresco en plena Huasteca Potosina. Ahí está el caso del exalcalde de Matehuala, Iván Estrada Guzmán, cuyo paso a Morena dejó más preguntas que convicciones. Investigado por presuntos vínculos con el crimen organizado, llegó al partido no como militante convencido, sino buscando refugio en plena tormenta. Lo mismo ocurrió con Howard Aguilar Vergara, exalcalde de Cedral, cuya sola presencia provoca urticaria entre los fundadores de la causa obradorista. Tras no conseguir el triunfo de su esposa, Lupita de la Garza, para que lo sucediera en la alcaldía cedralense, no le quedó de otra mas que buscar sombra bajo las faldas de Rita.
Y como ellos, varios más, figuras recicladas de otros partidos, viejos perros de jauría con el colmillo oxidado, que vieron en Morena no un proyecto de transformación, sino una tabla de salvación para mantenerse en el juego, aunque sea como espectadores.
La militancia, por supuesto, no ha guardado silencio. Hay malestar, hay incomodidad, hay un sentimiento creciente de traición ideológica. Porque una cosa es ampliar la base política del movimiento y otra, muy distinta, convertirlo en un centro de rehabilitación para figuras desahuciadas.
Por eso, lo de Leobardo Guerrero no es menor. Es el primer fichaje que no huele a naftalina ni a expediente judicial. Su presencia obliga a Rita Rodríguez a pensar, rectificar y matizar sus próximos movimientos. No todo lo que brilla es oro y no todo el que se acerca merece abrazos. Yo no le tengo mucha fe a la señora, pero esto que hizo, vale reconocerlo.
El desafío está sobre la mesa; si Morena quiere llegar al 2027 con algo más que inercia, necesita más Leobardos y menos Ivánes. Porque los votos se suman, pero también se espantan. Y hay militantes que, aunque callados, ya han empezado a dar la espalda.
Cavilaciones:
Primera: Hay un caso de disputa por la custodia de un joven de 14 años en Matehuala. Al conflicto entre padre y madre se suma, ahora, el DIF Estatal y la PPNNA. Y en todo el lío de adultos e instituciones, la única víctima es el muchacho que se encuentra en total estado de indefensión.
Segunda: El gobernador Ricardo Gallardo comenzó la semana muy enjundioso. Sabe que no se puede descuidar ni un momento porque, en esto de la política, el más chimuelo masca riel.
Tercera: En el día de Santa Marta, felicidades a todas las Martitas.