
Desde hace mucho tiempo, los militares retirados han sido la columna silenciosa de la seguridad nacional, aquellos que ya no marchan ni disparan, pero que siguen sosteniendo el peso de una promesa; la de un país que cuidará de quienes lo cuidaron, sin embargo, esa promesa se ha convertido en un eco hueco, un compromiso de pacotilla, pues lo que estamos viendo ahora, es un abandono institucional que raya en la ingratitud más cruda.
Primero, el tema salarial. Hay quienes denuncian que se les marginó de un aumento del cuatro por ciento que sí fue otorgado a otros militares en activo. Según esos testimonios, los oficiales retirados no sólo quedaron fuera, sino que sus bonos y compensaciones, que ya no reciben en retiro, simplemente no fueron tomados en cuenta. Eso no es sólo una injusticia, es una burla. No se puede defender la disciplina militar mientras se pisotea la dignidad de quienes ya no sirven en la trinchera, pero dieron su vida profesional por la nación.
Luego está la salud, un derecho que, teóricamente, debería ser garantizado por el Instituto de Seguridad Social para las Fuerzas Armadas (ISSFAM), pero, según reportes, hasta el 20 por ciento de los militares retirados sufre por falta de medicamentos para enfermedades crónicas como diabetes, epilepsia o cáncer.
Peor aún, las viudas de militares se enfrentan a un asunto brutal al toparse con que su pensión puede caer hasta en un 50 por ciento. Eso, cuando no se realizan reformas que siguen obligando a tramitar reconocimiento formal para recibir derechos, como sucedió con la Ley del ISSFAM.
¿Y todo esto cuál es el mensaje implícito? Que la lealtad de quienes sirvieron con honor al Estado termina cuando se retiran. Que su valor histórico se olvida en los escritorios del poder. Que su sacrificio colectivo no merece nada más que migajas cuando ya no representan un activo útil.
El Estado, en su papel de garante, combina la promesa con el olvido. A los militares retirados se les exige lealtad, pero no se les ofrece reconocimiento. Se les pide sacrificio, pero no se les brinda seguridad real para su vejez. Se les recuerda su deber, pero no se cumple el deber con ellos.
Y sí, podría decirse que hay momentos de avance lega, pero esos avances no compensan la cotidianidad del abandono; los hospitales sin medicinas, los trámites, la discriminación salarial y las pensiones reducidas.
En definitiva, lo que estamos presenciando no es un simple descuido burocrático, sino una forma de discriminación institucionalizada, un acto de ingratitud monumental por parte del Estado hacia quienes entregaron su vida al servicio. Hablar de patriotismo no debe ser retórica para recortar beneficios cuando los héroes ya dejaron la trinchera, debe implicar reconocimiento, cuidado y justicia.
Cavilaciones:
Primera: Ayer, se reportó un incendio en el tiradero intermunicipal que opera en Tancanhuitz, en la Huasteca Potosina, y que presta servicio a, por lo menos, cinco municipios. Hace más de 15 años se le consideró un relleno sanitario, pero ni alcaldes, ni SEGAM, ni mucho menos PROFEPA, le dan seguimiento. Obviamente, está rebasado y convertido en un tiradero a cielo abierto y en un peligro para los habitantes de la zona.
Segunda: El conflicto por las tranzas que hicieron los servidores de la Nación al mando de Guillermo Morales y de Griselda Mezquida sigue escalando. Los damnificados por las lluvias de los primeros días de octubre se quedaron como el chinito; nada más mirando, mientras los funcionarios del Bienestar se hincharon las bolsas con el dinero que el Gobierno Federal destinó a quienes perdieron su patrimonio. Que no se extrañen si le hacen un numerito a la presidenta, Claudia Sheinbaum, en su próxima visita. Esos estafadores del Bienestar salieron cochinos y bien trompudotes ¡Miau!
Tercera: Anoche, corrió un rumor que este felino no confirmó, pero que alerta. El presidente municipal de Catorce, Javier Sandoval, también conocido como El Gudy o El Viejito Verde andaba «desconectado», lo que desató muchos y muy malos pensamientos, sobre todo porque son del dominio público sus relaciones peligrosas. Ojalá que todo quede en rumor.