SLP Titulares

Elucubraciones domingueras: La polémica Ley Gobernadora

Por El Gato Filósofo

Oigan, déjenme descansar poquito. Estoy en el aeropuerto, con maleta en mano, listo para viajar a la tierra del vino y la pizza, y me entero de golpe que el Congreso del Estado ya aprobó la dichosa ley de paridad para la gubernatura. En otras palabras, ya es ley que San Luis Potosí tendrá gobernadora en 2027 y, aunque del plato a la boca, se suele caer la sopa, las cosas de dan para que elucubremos un poco.

La llamada Ley Gobernadora es una reforma que ya desde antes de votarse venía levantando más polvo que certezas; la obligación de que, en la próxima contienda por la gubernatura, solo mujeres puedan contender es un tema polémico por donde sea que se mire.

La narrativa oficial es conocida; paridad, igualdad sustantiva, una deuda histórica con las mujeres y la necesidad de que San Luis Potosí, que nunca ha tenido gobernadora, por fin vea a una mujer despachar en Palacio de Gobierno. Todo eso suena bien, luce bien y vende bien. El problema es que, como suele pasar en la política local, el análisis se quedó corto y la discusión se fue directo al reflector, uno que tiene nombre y apellido: Ruth González Silva.

Desde que se empezó a hablar de esta reforma, muchos dieron por hecho que se trataba de una ley a la medida de la senadora del Partido Verde. Que si era un traje sastre, que si el dedazo legalizado, que si la pista ya estaba despejada. Aquí conviene detenerse un momento, respirar hondo y revisar el tablero completo, no sólo la pieza más visible, porque, paradójicamente, Ruth González es quien menos necesita esta reforma.

Seamos claros. Con o sin ley, con paridad obligatoria o sin ella, Ruth González tiene estructura, posicionamiento, partido competitivo y una ruta natural hacia la candidatura. Nadie en el Verde, ni dentro ni fuera, le disputaría seriamente esa postulación. La ley no le abre la puerta; la puerta ya estaba abierta desde hace rato.

En cambio, quienes sí reciben un empujón nada discreto son otras aspirantes que, sin esta reforma, habrían tenido que sortear internas mucho más rudas, con hombres competitivos, posicionados y con recursos.

Ahí está, por ejemplo, Verónica Rodríguez, en el PAN. Sin la obligación de postular sólo mujeres, habría tenido que competir contra perfiles masculinos con mayor recorrido electoral. Hoy, el escenario cambia, el abanico se reduce y la contienda interna se simplifica notablemente. En este escenario también aparece Estela Arriaga, senadora suplente del PAN, quien tiene trabajo con la gente, posicionamiento mediático y conocimientos para ser una candidata fuerte.

Lo mismo ocurre con Sara Rocha, en el PRI, un partido que ya de por sí no atraviesa su mejor momento. Con esta ley, la dirigente priísta pasa de posible aspirante a perfil casi obligado, en un contexto donde los hombres del tricolor quedan, de golpe, fuera de la jugada.

Y qué decir de Rita Ozalia y Rosa Icela Rodríguez Velázquez, en el universo de Morena y sus satélites. La reforma les despeja el camino de varios competidores naturales que, de otra forma, habrían sido obstáculos reales. Menos tráfico, menos codazos y más posibilidades de negociación interna.

Incluso Movimiento Ciudadano podría repetir fórmula. En este escenario, Marvelly Costanzo no sólo aparece como opción, sino como una carta lógica y conocida para un partido que suele apostar por perfiles visibles y narrativas ya posicionadas.

Así que no, esto no es una ley hecha para una sola mujer, aunque así se haya querido vender o así se haya querido criticar. Es una ley que, de rebote y sin querer queriendo, beneficia a varias aspirantes que, ahora, competirán en pistas más despejadas.

Y ojo, no se trata de negar que los partidos más competitivos en San Luis Potosí ya tenían perfiles femeninos listos. Los tenían. Y buenos. La reforma no crea candidatas; simplemente reordena el tablero.

Dicho esto, también hay que decir lo incómodo. No es que yo esté a favor de leyes que discriminan a los hombres o que, en los hechos, limitan derechos políticos. El punto es otro. El problema no es la paridad como principio, sino la ligereza con la que se analizan sus efectos colaterales.

Así, mientras el discurso se centra en si Ruth González gana o pierde con la reforma, poco se ha hablado de a quién más beneficia, de cómo cambia las dinámicas internas de los partidos y de cómo, en nombre de la igualdad, se están tomando decisiones que merecían una discusión más profunda, menos emotiva y más técnica.

En fin. En San Luis Potosí a veces legislamos como quien arma una mesa coja: rápido, con lo que hay a la mano y confiando en que nadie se fije demasiado… hasta que la mesa empieza a tambalearse.

La ley ya está aprobada. La polémica apenas comienza. Y si algo queda claro es que, en esta historia, no todas las beneficiadas están bajo los reflectores, aunque algunas ya estén afinando el discurso y pensando en el color que usarán para el tapete del despacho principal.

Botón volver arriba