
El esperado final de “El Juego del Calamar” (tras el estreno de la segunda parte de la segunda temporada) ha sacudido a la audiencia con un desenlace intenso y cargado de simbolismo. La serie surcoreana, que desde su estreno conquistó al mundo por su dura crítica social, cierra este nuevo ciclo con giros que sorprenden y amplían el universo narrativo.
El sacrificio de Seong Gi-hun, el protagonista, se convierte en el momento más impactante: decide quitarse la vida para que un bebé (último competidor y símbolo de inocencia) gane el juego y reciba el premio millonario. Este acto heroico, lejos de ser un final feliz, refuerza el mensaje central de la serie sobre las consecuencias extremas de la desigualdad y la desesperación.
Otro punto clave es el regreso del policía Jun-ho, quien sobrevive y logra rescatar al bebé tras la explosión que destruye la isla. Mientras tanto, In-ho, el antiguo “Front Man” y hermano de Jun-ho, toma una decisión inesperada: hacer estallar el lugar del juego, cerrar el ciclo violento y escapar con el bebé, dejando abierta la duda sobre si actúa como redentor o como alguien con sus propios intereses.
La historia da un giro internacional en la última escena, cuando aparece una reclutadora interpretada por Cate Blanchett en Los Ángeles, sugiriendo que los juegos mortales podrían expandirse fuera de Corea. Este detalle deja abierta la posibilidad de nuevas temporadas o spin-offs, ampliando el alcance de la crítica social de la serie.
El final no solo resuelve el destino de sus personajes principales, sino que transforma el relato: pasa de una lucha individual por sobrevivir a una reflexión colectiva sobre sacrificio, redención y la perpetuidad de un sistema corrupto. La segunda temporada cierra así con fuerza, dejando preguntas sobre el futuro del juego y sobre quién podrá realmente detenerlo.