Dormir con alguna fuente de iluminación encendida, ya sea una lámpara, la televisión o la luz que entra desde la calle, podría tener efectos no deseados en la salud, entre ellos un posible impacto en el control del peso, según diversas investigaciones recientes.
Expertos señalan que la exposición a luz artificial durante la noche interfiere con la oscuridad que el organismo necesita para alcanzar un descanso profundo. Cuando el sueño se fragmenta o no se logra llegar a sus fases reparadoras, el cuerpo experimenta alteraciones en los procesos que regulan el apetito, lo que podría provocar un incremento en la ingesta de alimentos.
Los estudios apuntan a que este tipo de interrupciones pueden enviar señales contradictorias al cerebro, que interpreta que aún no es momento de descansar por completo. Esta confusión afecta mecanismos metabólicos y hormonales que influyen en la sensación de hambre y saciedad.
Además del posible vínculo con el aumento de peso, la falta de descanso adecuado repercute en la energía diaria, la concentración y el estado emocional, lo que convierte el sueño deficiente en un problema de salud más amplio.
Aunque la relación entre iluminación nocturna y peso corporal continúa bajo análisis y todavía no se considera una causa comprobada, especialistas recomiendan crear entornos más oscuros para dormir. Apagar luces, disminuir el brillo de los dispositivos electrónicos y asegurar una habitación con menor exposición lumínica son medidas simples que pueden contribuir a un descanso de mayor calidad y, con ello, a un bienestar general más estable.
