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Diciembre y el espejismo del consumo

Cuando comprar no llena lo que importa

Diciembre llega envuelto en luces, promociones y un aire festivo que parece invitarnos (casi empujarnos) a gastar. La publicidad se intensifica, las tiendas amplían horarios, las redes sociales se llenan de listas de regalos y outfits perfectos para las celebraciones. Todo parece decirnos que para disfrutar el mes necesitamos adquirir cosas: regalos costosos, ropa nueva, cenas elaboradas. Y aunque comprar no es malo en sí mismo, la psicología nos recuerda algo importante: no siempre gastamos por necesidad, sino para calmar emociones que no hemos atendido.

En estas fechas, es común que el consumo tenga una función emocional. Compramos para sentir que pertenecemos, para evitar la comparación con otros, para aliviar la ansiedad del cierre del año o incluso para llenar vacíos personales que no queremos mirar de frente. El problema surge cuando ese impulso se convierte en un ciclo: gastamos para sentir alivio o placer momentáneo, pero después llegan la culpa, la preocupación económica o la sensación de que, aun con todo lo comprado, seguimos sin sentirnos completos.

La industria sabe muy bien cómo funciona la mente en diciembre. Aprovecha la nostalgia, el deseo de conexión y la presión social. Nos promete que un regalo caro reforzará un vínculo, que una cena impresionante nos hará sentir exitosos, que un vestido nuevo resolverá nuestra inseguridad. Sin embargo, desde la psicología del bienestar, está demostrado que el efecto positivo de una compra es breve, mientras que la estabilidad emocional y financiera dependen de decisiones más conscientes y sostenidas.

Por eso, más que satanizar las compras, diciembre puede ser un buen momento para observarnos. ¿Estoy comprando por gusto o por presión? ¿Realmente necesito esto o estoy buscando sentir algo? A veces, identificando la emoción detrás del impulso (ansiedad, tristeza, soledad, comparación) logramos frenar y elegir de una manera más saludable.

Una forma de evitar caer en compras innecesarias es volver a lo esencial: valorar lo que ya tenemos. No solo objetos, sino relaciones, aprendizajes, salud, momentos compartidos. La gratitud, lejos de ser un cliché, es una herramienta poderosa para contrarrestar la sensación de carencia que la publicidad intenta generar. Cuando agradecemos, el foco se desplaza de lo que falta a lo que está presente, y esa simple acción reduce la urgencia de llenar vacíos con cosas materiales.

También ayuda cultivar un consumo más consciente: planear gastos, poner límites claros, comparar opciones, elegir experiencias significativas antes que objetos que terminarán olvidados. Muchas veces, un gesto sincero vale más que un regalo caro; una conversación profunda conecta más que una mesa repleta.

Diciembre debería invitarnos a reconectar, no a endeudarnos. A mirar hacia dentro, no solo hacia los aparadores. A recordar que el bienestar no se compra y que, aunque los objetos pueden hacernos sentir bien por un momento, lo que realmente sostiene la felicidad proviene de vínculos auténticos, autocuidado y paz interior.

Al final, el verdadero regalo de diciembre es reconocer que ya tenemos más de lo que creemos. Y que nada que compremos puede reemplazar eso.

 

Estefanía López Paulín
Contacto: psc.estefanialopez@outlook.com
Número: 4881154435

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