
Con la llegada de la temporada de calor, aumentan los riesgos de padecer enfermedades relacionadas con las altas temperaturas, como golpes de calor, deshidratación, diarreas e infecciones gastrointestinales. Ante este panorama, especialistas en salud recomiendan adoptar hábitos preventivos para reducir la incidencia de estos padecimientos.
La hidratación constante es una de las medidas más importantes. Beber suficiente agua a lo largo del día ayuda a regular la temperatura corporal y evitar la deshidratación, especialmente en niños, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas. Se aconseja evitar bebidas azucaradas o alcohólicas, ya que pueden acelerar la pérdida de líquidos.
Otra medida fundamental es cuidar la higiene de los alimentos. El calor acelera la descomposición de productos perecederos, lo que incrementa el riesgo de intoxicaciones. Mantener los alimentos refrigerados, lavar frutas y verduras antes de consumirlas y cocinar carnes y pescados a temperaturas adecuadas reduce considerablemente el peligro.
También es recomendable evitar la exposición prolongada al sol entre las 11:00 y las 16:00 horas, utilizar ropa ligera, sombreros o gorras, y aplicar protector solar de amplio espectro. Estas acciones no solo previenen insolaciones, sino también daños en la piel a largo plazo.
En contextos de altas temperaturas, la prevención se convierte en la mejor herramienta para proteger la salud. Adoptar estos hábitos sencillos puede marcar la diferencia y evitar complicaciones graves.