Algo nos ha enseñado drásticamente esta pandemia y es que no hemos sido empáticos con el personal médico, de enfermería y el que labora en general en los hospitales. Los hemos abandonado a su suerte y a su propia resistencia física y emocional. Se están empezando a reventar en todos lados.
Nos quejamos de que los hospitales comienzan a llenarse y nosotros somos los culpables, no el gobierno. A estas alturas un niño de 3 años sabe que tiene que hacer al salir de casa, y al estar en ella. Celebramos en reunión masiva, permitimos que nuestros chicos salieran a fiestas y regresaran, al cabo en ellos el virus (que no se muestra) encuentra un hospedero que le resulta perfecto, porque le permite ser un replicante poderoso.
Algo nos ha enseñado esta pandemia y es que la vileza política no tiene límites. Su saliva virulenta es más dañina que la que genera el propio virus del Sars CoV-2. En tiempos de Empatía la clase política emite Utopías.
Si algo nos ha mostrado es que volteamos drásticamente a la ciencia, la tecnología e investigación como herramientas necesarísimas para el devenir humano y la toma de decisiones de salud mundial, esperemos ver las ambientales pronto porque no hay mucho tiempo.
Esta pandemia nos ha enseñado que el virus muta una y otra vez en nuestras cabezas incrédulas y huecas; pero más que biológicamente, en forma sociológica: nuestras cabecitas están hartas de que les digan, que les ordenen, se abrogan a la fe y no a la ciencia, dan pie a seguir juntándose porque no se puede evitar el contacto físico. Somos animales sociales que requieren calor.
Esta pandemia no ha podido ser “domada” por nadie en el mundo. Echemos un vistazo a los europeos y a nuestro vecino de arriba. No, no cuenta ponernos como ejemplo a Nueva Zelanda, Uruguay, Irlanda o Corea. Su geografía, demografía y tamaño territorial les han servido para el control.
También nos ha enseñado que en México el 50% de su población vive en la pobreza y tiene que buscar la comida diaria. Ellos no pueden quedarse en casa. Pero mejor a ellos los ves en la calle cuidándose, y no a los que podrías suponer que tienen la vida asegurada.
Nos ha enseñado como todos somos vulnerables, y que el techo que nos cubre es el mismo, no importa si éste sea de cartón, lámina, madera, carrizo o concreto.
Se llama Tierra la casa, el tercer planeta de nuestro sistema solar.
Al final de todo, le hemos estado quitando espacio a las selvas y bosques, exterminando especies, contaminando los mares y desecando los ríos y lagos.
No es raro que los virus estén llegando al concreto si no tienen donde estar ya.
Seguiremos informando