Columnas

Cuando el aula se vuelve un reto

Gestionar la frustración docente ante el desinterés estudiantil

En el día a día del aula, muchos docentes se enfrentan a una realidad silenciosa y dolorosa: el esfuerzo que no siempre se refleja en resultados, el contenido que parece no despertar interés, las miradas vacías, las tareas sin entregar. A veces, incluso, la sensación de estar hablando a un público ausente. Esta experiencia puede generar frustración, desmotivación e incluso desesperanza en quienes se dedican a enseñar con vocación y compromiso.

Ya sabemos que estas emociones son normales y válidas. Enseñar no es solo transmitir contenidos: es un acto humano, cargado de vínculo, expectativa y entrega emocional. Por eso, cuando el otro (el alumno) no responde como esperamos, es natural que surjan preguntas internas como “¿estoy fallando?”, “¿vale la pena tanto esfuerzo?”, o incluso “¿por qué no les importa aprender?”.

Antes que nada, es clave diferenciar lo que sucede en el alumno de lo que sucede en el docente. El desinterés muchas veces no es personal, ni una señal de desprecio hacia el maestro. Puede ser síntoma de múltiples factores: contextos familiares adversos, problemas emocionales, falta de hábitos de estudio, baja autoestima académica o un sistema q0ue no siempre responde a las necesidades individuales.

Sin embargo hay tres consejos desde la psicología educativa para acompañar este desafío de forma más saludable y efectiva:

  1. Conectar antes que enseñar

Antes de transmitir contenido, es fundamental generar conexión. La atención se sostiene mejor cuando el alumno se siente visto, valorado y respetado. Hacer preguntas sobre sus intereses, usar ejemplos cercanos a su realidad o simplemente saludar por su nombre puede marcar la diferencia. La relación es el canal por donde viaja el conocimiento.

  1. Ajustar expectativas sin resignarse

Aceptar que no todos los estudiantes aprenderán al mismo ritmo ni mostrarán entusiasmo constante es parte del realismo pedagógico. Sin embargo, esto no implica resignación, sino más bien flexibilidad y creatividad. Cambiar el enfoque, variar las estrategias, incorporar dinámicas participativas o utilizar recursos visuales o tecnológicos puede despertar interés en quienes parecían desconectados.

  1. Cuidar la salud emocional del docente

La frustración sostenida puede derivar en agotamiento emocional o burnout. Es importante que el docente reconozca sus límites, pida apoyo cuando lo necesita y se permita descansar. Compartir experiencias con colegas, reflexionar en equipo y buscar espacios de formación emocional o acompañamiento psicológico puede ser una fuente de renovación y contención.

Enseñar en contextos complejos no es tarea fácil. Pero recordar el propósito profundo de educar, incluso cuando los frutos no son inmediatos, puede ayudar a reconectar con la motivación interna. Los maestros no son responsables de todo, pero su impacto es innegable. A veces, la semilla sembrada hoy germina mucho después, cuando ni siquiera estamos presentes para verlo.

Por eso, seguir enseñando con humanidad, presencia y autocompasión ya es, en sí mismo, una forma de resistencia esperanzada.

 

Estefanía López Paulín
Contacto: psc.estefanialopez@outlook.com
Número: 4881154435

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