
Un reverendo cochinero y una enorme pila de quejas rezagadas es lo que dejó Carlos Mauricio Rebolledo Sánchez al claudicar a la titularidad de la Profeco en San Luis Potosí, cargo que abandonó hace algunos días argumentando supuestos motivos personales luego de casi tres años nadando de a muertito y de ser omiso a las responsabilidades que le correspondían como defensor de los derechos de los consumidores en la entidad.
Hace unos días, de la noche a la mañana, se dio a conocer que Rebolledo Sánchez había oficializado su renuncia como titular de la delegación de la Procuraduría Federal del Consumidor en tierras potosinas. Diversas versiones aseguraron que desde hace casi dos meses había presentado su renuncia ante el procurador Ricardo Sheffield Padilla por lo que dio inicio a su proceso de entrega-recepción, dejando en el cargo a Edith Medina de quien no se tiene mayor información.
La salida de Rebolledo no causó asombro, incluso era esperada desde hace mucho tiempo pues, según consta en la infinidad de quejas difundidas por ciudadanos y consumidores de toda clase de servicios, productos y más, la Profeco se había convertido en una dependencia obsoleta e inoperante que, por más que se le pidiera la atención para determinado caso, así pues, se quedaron en el archivero las denuncias de abusos cometidos por aerolíneas, centros comerciales, empresas de telecomunicaciones y más que se dieron, principalmente, durante la pandemia, periodo en que se han incrementado de manera considerable.
Allegados a la dependencia, señalan que, si bien, Rebolledo asumió la encomienda desde diciembre desde 2018, pocas veces se le vio en la oficina, no hubo una línea precisa de trabajo ni se diseñaron estrategias para defender a los consumidores a quienes, al momento de presentar su queja, lo único que hacían era darles un folleto sobre sus derechos y los mecanismos para denunciar lo sucedido, dando inicio a un círculo vicioso que no llevaba a ningún lado pues la Profeco nunca hizo su trabajo.