Llegó ese momento del año en el que la vida estudiantil parece un deporte extremo: trabajos acumulados, parciales, exposiciones y ese profesor que, mágicamente, recuerda poner un examen extra “porque sí”. Pero antes de que entres en pánico o declares tu escritorio zona de desastre emocional, respira: la psicología tiene varias estrategias simples, comprobadas y realmente útiles para salvar el semestre sin sacrificar tu salud mental.
El primer paso para sobrevivir al cierre académico es aceptar que la motivación no cae del cielo, y que muchas veces aparece después de empezar, no antes. Por eso una herramienta clave es dividir las tareas enormes en microtareas. La psicología cognitiva muestra que nuestro cerebro funciona mejor cuando percibe metas pequeñas y alcanzables. Así, en vez de “escribir el ensayo completo”, prueba con “abrir el documento” → “armar un título provisional” → “escribir 5 líneas”. Cada microtarea completada libera dopamina, lo que aumenta la motivación y la sensación de control.
Otra estrategia esencial es el famoso método Pomodoro, amado por estudiantes y odiado por procrastinadores compulsivos. Funciona porque respeta la forma natural en la que el cerebro mantiene la atención: ciclos breves de enfoque intenso (25 minutos) seguidos de descansos cortos (5 minutos). La neurociencia ha demostrado que estos descansos evitan la fatiga mental y mejoran la consolidación de la memoria. Si te cuesta empezar, pon un temporizador y dile a tu cerebro: “solo estudia 25 minutos”. Suele ser suficiente para entrar en ritmo.
Y hablando de descansos: sí, descansar también es estudiar. Dormir entre 7 y 9 horas ayuda a fijar información, regular emociones y mantener la concentración. Hacer pausas activas de 5 minutos (estirarte, caminar un poco, hidratarte) reduce el estrés fisiológico acumulado. Incluso un pequeño respiro de 60 segundos, enfocado en respiración lenta y profunda, puede bajar la activación del sistema nervioso simpático, ese que te hace sentir en modo “alarma total”.
Para evitar el clásico espiral de ansiedad pre-evaluación, prueba el grounding 5-4-3-2-1: identifica cinco cosas que ves, cuatro que puedes tocar, tres que escuchas, dos que hueles y una que saboreas. Esta técnica, usada en terapias basadas en mindfulness, ayuda a frenar pensamientos acelerados y te regresa al presente, donde realmente puedes actuar.
Otro consejo basado en evidencia es estudiar con recuperación activa, no solo “leer y releer”. La memoria se fortalece más cuando la pones a prueba: haz preguntas, explica el contenido en voz alta, resuelve ejercicios sin ver apuntes. Este método, estudiado en psicología del aprendizaje, es uno de los más eficaces para retener información a largo plazo.
Y, por último, pero quizá más importante: sé amable contigo. La autocrítica extrema disminuye el rendimiento y aumenta la ansiedad. Tratarte con autocompasión (como tratarías a un amigo en crisis) mejora la resiliencia y te ayuda a sostener el esfuerzo hasta el final del semestre.
Salvar el semestre no se trata de heroísmo académico, sino de estrategia. Con técnicas realistas, pausas bien hechas y un poco de cariño propio, es totalmente posible llegar a las evaluaciones finales con cabeza clara… y sobrevivir para contarlo.
Estefanía López Paulín
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