El consumo de alimentos enlatados, como pescado, frutas, verduras e incluso dulces, se ha vuelto una práctica común gracias a su practicidad y su prolongada vida útil. Este método de conservación permite mantener en buen estado tanto las propiedades nutricionales como las características organolépticas (sabor, aroma y textura) de los productos. Sin embargo, expertos en seguridad alimentaria advierten sobre ciertos aspectos que deben tomarse en cuenta para garantizar su inocuidad.
De acuerdo con una publicación del sitio especializado «The Conversation», aunque en términos generales el consumo de alimentos enlatados es seguro, es importante verificar el estado físico de las latas. Envases con abolladuras, óxido o daños visibles pueden presentar pequeñas perforaciones que permiten la entrada de bacterias, aumentando el riesgo de contaminación.
Otro factor a considerar es la interacción química entre el envase y el alimento. Las latas suelen contar con recubrimientos poliméricos que actúan como barrera protectora entre el metal y el alimento para evitar la corrosión y conservar su calidad. No obstante, estos recubrimientos pueden liberar ciertas sustancias hacia el alimento a través de un proceso conocido como migración.
Un análisis realizado por la Universidad de Santiago de Compostela (USC) identificó que algunos recubrimientos están elaborados con resinas epoxi basadas en bisfenol A diglicidil éter (BADGE), una sustancia derivada del bisfenol A (BPA), compuesto que ha sido clasificado como un disruptor endocrino. Su consumo prolongado o en grandes cantidades podría contribuir al desarrollo de enfermedades como la diabetes, la obesidad y afecciones del sistema reproductivo.
