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Elucubraciones: La visita de Sheinbaum, preludio del 27

Por El Gato Filósofo

La reciente visita de la presidenta Claudia Sheinbaum a San Luis Potosí dejó más lecciones políticas que aplausos populares. Aunque el acto central fue la inauguración de obras importantes; la modernización del Hospital General en Rioverde y la entrega de la Central de Ciclo Combinado en Villa de Reyes, el trasfondo fue mucho más ruidoso que los discursos oficiales (y no me refiero al destape de Rosa Icela, de eso hablaré en otra ocasión).

En ambos eventos, lejos de celebrarse un mensaje de unidad o de bienestar compartido, se vivieron momentos de tensión entre simpatizantes del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y militantes de Morena, quienes terminaron protagonizando empujones, gritos y desplantes que reflejan lo que ya no se puede ocultar: el choque frontal entre dos fuerzas que se dicen aliadas, pero se comportan como enemigas declaradas.

Y es que el pleito ya no es de abajo. Desde las cúpulas se percibe un desdén creciente entre ambos bandos, particularmente por parte de algunos morenistas encumbrados que, tras ganar elecciones montados en la figura (todavía explotable) de López Obrador, han caído exactamente en lo que juraron destruir: arrogancia, cerrazón y desprecio por la base que los llevó al poder. Los mismos que antes prometían no repetir los vicios del viejo régimen, hoy se comportan como caciques modernos, levantando el rostro sólo para tomarse la foto oficial y bajándolo cuando el pueblo les pide respuestas.

Mientras tanto, el Partido Verde sigue haciendo lo que mejor sabe hacer; trabajar su estructura. Guste o no, el PVEM ha ganado todas las batallas clave en San Luis Potosí no por discursos ni por arrastre presidencial, sino porque su maquinaria está viva, organizada y territorializada. No espera “votos en cascada”; va por ellos, casa por casa, comunidad por comunidad. Esa es la diferencia.

En cambio, la militancia morenista parece condenada a esperar el maná del cielo, apostando a que el respaldo popular a la 4T se traduzca en votos sin construir verdaderos liderazgos ni cercanía con la gente. Y cuando la realidad les explota en la cara, como ocurrió en esta gira presidencial, se refugian en la narrativa de la traición o el golpeteo interno, sin reconocer que su debilidad viene de no haberse ganado el lugar que ostentan.

San Luis Potosí no es un premio automático. Es una tierra que exige presencia, trabajo real y resultados palpables. Y cuando la visita presidencial sirve más para evidenciar fracturas internas que para unir causas comunes, queda claro que algo no marcha bien.

El poder, cuando se olvida del pueblo, deja de tener sentido. Y en esta gira, más allá de las tijeras y los listones, lo que vimos fue un ensayo de ruptura, un escenario donde la división interna pesó más que las obras entregadas. En resumen, vimos el preludio de lo que viene para el 2027.

Cavilaciones: 

Primera: Muy entusiasmado se ve al diputado Gabino Morales en la Marcha del Orgullo LGBT+, frente a su casa de enlace ubicada en la avenida Venustiano Carranza (ruta de la marcha) regaló abanicos multicolores, pulseras y botellitas de agua. Es la primera vez que un político potosino se muestra con honestidad, como miembro de la comunidad. «No es pecado ni delito» dijo a este felino el diputado federal de Morena. ¡Y soporten, panzones! ¡Miau!

Segunda: Por cierto, la marcha del pasado sábado fue otro encontronazo entre el Gobierno del Estado y el Ayuntamiento, Cada uno apoyó a un contingente, pero al final, esa competencia permitió que el evento fuera un exitazo según los propios organizadores. Así fueran en todo, los mondaos.

Tercera: México 2 – EUA 1.

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