
Este 23 de junio, diversas regiones de América Latina y Europa celebran la Noche de San Juan, una tradición cargada de simbolismos, rituales y antiguas creencias que se remontan a tiempos cristianos. La festividad, que honra el nacimiento de San Juan Bautista el 24 de junio, se vincula a la llegada del solsticio de verano y a los ciclos agrícolas.
San Juan Bautista es recordado no solo por haber bautizado a Jesús, sino porque su llegada al mundo fue considerada un milagro. Según la tradición, su madre, Isabel, logró concebir pese a ser estéril, y su nacimiento fue anunciado por un ángel. A lo largo de la historia, el santo ha estado asociado con la protección de las cosechas y la fertilidad de la tierra.
La Noche de San Juan llegó a México en el siglo XVI de la mano de los frailes franciscanos. Con el paso del tiempo, la celebración se mezcló con ritos indígenas y se transformó en una noche de fuegos, baños y peticiones. Actualmente, es común que las personas enciendan hogueras o realicen rituales para dejar atrás lo negativo y atraer prosperidad.
Entre las prácticas más populares destacan saltar sobre las llamas para alejar la mala suerte, escribir miedos o deseos en un papel y quemarlo, así como realizar baños con hierbas y esencias para purificarse. Quienes buscan amor suelen colocar bajo la almohada un papel con el nombre de la persona amada o la frase “mi amor verdadero”. Otros colocan billetes a la luz de la luna para atraer riqueza.
Más allá de los rituales, la Noche de San Juan es una tradición que continúa uniendo a comunidades, reforzando creencias y renovando esperanzas con la llegada del verano.
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