En un insólito episodio ocurrido en un supermercado de la capital potosina, un hombre fue arrestado tras ser sorprendido robando una caja de colores con un valor de 558 pesos. El hecho, en apariencia menor, desató una ola de comentarios en redes sociales que reflejan la complejidad social detrás de un acto tan simple como el hurto de un artículo escolar.
Muchos usuarios reaccionaron con indignación y solidaridad, asegurando que, si los colores eran para un niño, habrían estado dispuestos a pagar la cuenta. Para otros, el caso evidenció la realidad de cientos de familias que enfrentan carencias tan profundas que llegan a considerar el robo como un recurso para sobrevivir, al igual que sucede con quienes sustraen alimentos o prendas básicas.
Sin embargo, también surgieron voces que exigieron aplicar la ley sin contemplaciones, recordando que, independientemente de la motivación, el hurto es un delito que no debe justificarse.
El caso, aunque pequeño en cifras, abrió un debate mayor sobre la pobreza, la dignidad y los límites de la justicia en una sociedad donde incluso un puñado de colores puede terminar convirtiéndose en símbolo de desigualdad y desesperación.
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