
La cerveza, una de las bebidas más consumidas en el mundo, se elabora a partir de ingredientes básicos que, combinados de distintas formas, dan lugar a una gran variedad de estilos y sabores. Aunque existen muchas presentaciones clara, oscura, artesanal, industrial, con frutas o especias, casi todas comparten cuatro ingredientes esenciales.
El primero es agua, que representa alrededor del 90% del contenido total. La calidad y composición del agua influyen directamente en el sabor final. El segundo es la cebada malteada (o malta), que aporta azúcares fermentables, color y notas características como pan, caramelo o tostado.
A esto se suma el lúpulo, una flor que añade amargor, aroma y propiedades conservadoras; dependiendo de su tipo, puede aportar notas cítricas, florales o resinosas. Finalmente, la levadura es la responsable de fermentar los azúcares y transformarlos en alcohol y gas carbónico, además de dejar huellas sutiles de sabor.
En las cervezas artesanales o especiales, se pueden encontrar ingredientes adicionales como trigo, avena, frutas, miel, especias e incluso chile o café, que expanden el universo sensorial de esta bebida. Cada estilo tiene su propia receta, pero la base sigue siendo una mezcla simple y ancestral de agua, grano, lúpulo y levadura.
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