Comer justo antes de dormir puede afectar negativamente la digestión y el metabolismo, según estudios recientes publicados en la revista Nutrients, ya que durante el sueño, el cuerpo ralentiza sus funciones, incluyendo el proceso digestivo, lo que puede causar malestar estomacal, acidez y dificultades para conciliar el sueño.
Además, la energía que el cuerpo no utiliza se puede almacenar en forma de grasa, aumentando el riesgo de obesidad y problemas metabólicos. Por lo anterior, los expertos recomiendan evitar comidas pesadas por lo menos dos o tres horas antes de acostarse para facilitar una digestión adecuada y un descanso reparador.

Optar por alimentos ligeros y bajos en grasas puede ayudar a minimizar el impacto negativo en el metabolismo. También se fortalece la regulación de la insulina, lo cual es crucial para mantener un peso saludable y evitar trastornos como la diabetes tipo 2.
Por último, es importante mencionar que la calidad del sueño influye directamente en el metabolismo y en el equilibrio hormonal. Comer tarde puede interferir con los ciclos de sueño y alterar la producción de hormonas relacionadas con el hambre y la saciedad, complicando la regulación del apetito al día siguiente.
