Columnas

La gratitud en diciembre

Una actitud que transforma desde dentro

Diciembre suele invitarnos a hacer balances: qué logramos, qué nos faltó, qué salió bien y qué quedó pendiente. En medio de este recuento, a veces nos enfocamos más en lo que no alcanzamos que en aquello que sí está presente en nuestra vida. Por eso, la gratitud emerge como una actitud profundamente transformadora, no porque ignore la realidad, sino porque la ilumina desde otro ángulo.

La gratitud se entiende como la capacidad de reconocer y valorar aquello que ya existe en nuestra vida, desde lo más grande hasta lo más cotidiano. Practicarla no significa conformarse ni negar las dificultades, sino cambiar el enfoque mental: en lugar de mirar únicamente lo que falta, también observar lo que sí está. Esta simple modificación en el patrón de pensamiento reduce la sensación de carencia, aumenta el bienestar emocional y fortalece la resiliencia.

Diciembre, con su carga simbólica y emocional, puede ser un terreno fértil para cultivar la gratitud. En un mes donde abundan las comparaciones (los regalos, los logros, las celebraciones) la gratitud actúa como un ancla que nos regresa a lo esencial. Nos recuerda que el valor de nuestras experiencias no depende de su espectacularidad, sino de la profundidad con la que las vivimos.

Además, la gratitud transforma la manera en que interpretamos nuestra historia. Donde antes veíamos fallas, comenzamos a reconocer aprendizajes; donde percibíamos carencias, descubrimos fortalezas; donde creíamos que había poco, notamos que siempre hubo más de lo que imaginábamos. Esta reinterpretación no es ingenua: es un mecanismo psicológico que favorece la estabilidad emocional y la flexibilidad cognitiva, dos pilares fundamentales del bienestar.

Practicar la gratitud en diciembre puede ser sencillo, pero poderoso. A veces basta con detenernos unos minutos al final del día para preguntarnos: ¿Qué estuvo bien hoy? Puede ser una conversación honesta, un gesto amable, un avance pequeño o incluso un momento de calma. Cuando entrenamos la mente para notar estas cosas, empezamos a experimentar más satisfacción, no porque la vida cambie radicalmente, sino porque cambiamos la forma de mirarla.

La gratitud también fortalece nuestras relaciones. Reconocer lo que otros hacen por nosotros, agradecer su presencia o sus palabras, genera vínculos más sólidos y auténticos. En estas fechas, donde las reuniones y los encuentros suelen multiplicarse, ese agradecimiento puede convertirse en un puente hacia una conexión más profunda, más humana.

Tal vez diciembre no sea perfecto. Tal vez no llegamos a todo lo que quisimos, o hubo pérdidas, retos o momentos difíciles. Pero incluso en ese escenario, la gratitud nos permite rescatar la luz que sigue encendida. Nos ayuda a valorar lo que permanece, lo que crece, lo que nos sostiene.

Al final, la gratitud no cambia las circunstancias, pero sí cambia nuestra experiencia de ellas. Y en un mundo que constantemente nos empuja a querer más, agradecer lo que ya tenemos puede ser el acto más revolucionario del año.

 

Estefanía López Paulín
Contacto: psc.estefanialopez@outlook.com
Número: 4881154435

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