El 6 de diciembre de 1997 marcó un hito sombrío en la historia de San Luis Potosí y Tampico. Tras más de un siglo de servicio, el tren de pasajeros que solía unir a estas dos localidades dejó de operar, dejando atrás una estela de nostalgia y descontento. La cancelación de las corridas no solo significó el fin de un medio de transporte; representó un golpe duro para el desarrollo de innumerables comunidades que dependían de la vía férrea para su conexión con el mundo.
En el contexto de una transformación económica impulsada por el Presidente Ernesto Zedillo en 1995, el transporte ferroviario pasó de ser un área estratégica del Estado a un territorio abierto a la privatización. Esta reforma no fue un mero cambio administrativo; fue un despojo de identidad y una desatención a las necesidades de muchas comunidades. Años antes, otras rutas como el Tren México-Querétaro habían corrido la misma suerte, mientras su parque vehicular fue vendido al extranjero, dejando una herencia de abandono.
A medida que avanzan los años, los recuerdos de aquellos viajes se convierten en ecos lejanos. Las estaciones vacías, las vías cubiertas de maleza y la falta de opciones de movilidad son constante recordatorio de lo que se perdió. Sin embargo, en un rayo de esperanza, el gobierno federal ha emitido un decreto que podría permitir el regreso del tren de pasajeros. Los concesionarios tienen la oportunidad de presentar sus propuestas a la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, para que vuelva a funcionar.
De ser posible, este retorno significaría más que una simple reactivación de un medio de transporte: representaría una restitución de derechos y la posibilidad de reconstruir los lazos que una vez unieron a tantas comunidades. A pesar de la tristeza que trae la conmemoración de esta fecha, queda una señal de esperanza de que, algún día, el silbido del tren vuelva a resonar en el corazón de las comunidades de San Luis Potosí.