Investigaciones recientes han confirmado que el consumo habitual de azúcar añadido tiene un impacto directo en la acumulación de grasa en el hígado, un proceso que puede desencadenar enfermedades como la esteatosis hepática no alcohólica, conocida comúnmente como hígado graso. Aunque este problema suele asociarse con el exceso de calorías, especialistas han subrayado que el tipo y la cantidad de azúcares presentes en la dieta diaria desempeñan un papel determinante en la salud metabólica.
La Organización Mundial de la Salud ha advertido reiteradamente sobre el elevado consumo de azúcar en productos procesados, bebidas industrializadas y alimentos de uso cotidiano. Ejemplo de ello es Suiza, país citado en un reporte de la Sociedad Chilena de Obesidad, donde la ingesta promedio supera los 100 gramos diarios, cifra muy por encima de las recomendaciones internacionales.
Los estudios señalan que el azúcar añadido no solo se encuentra en golosinas o refrescos, sino también en yogures, salsas, panes, cereales y embutidos, lo que dificulta que las personas identifiquen con claridad cuánto consumen al día.
Una investigación realizada por la Universidad de Zúrich y el Hospital Universitario de Zúrich analizó durante siete semanas cómo distintos tipos de azúcar afectan el metabolismo hepático. Los resultados mostraron que la ingesta diaria de 80 gramos de azúcar añadido —cantidad que puede estar contenida en menos de un litro de refresco— incrementa significativamente la producción de grasa en el hígado.
El estudio reveló que la fructosa duplicó la síntesis de grasa en comparación con la glucosa, efecto que se mantuvo horas después de su consumo. La sacarosa, ampliamente utilizada en la industria alimentaria, presentó un impacto aún más intenso, lo que contradice la percepción de que únicamente la fructosa representa un mayor riesgo.
Con base en las guías clínicas difundidas por Max Healthcare, se establecen límites específicos para el consumo diario de azúcar añadido:
-
Hombres: máximo 36 gramos (9 cucharaditas).
-
Mujeres: máximo 25 gramos (6 cucharaditas).
Estas cifras incluyen todo el azúcar presente en alimentos industrializados, bebidas y repostería. No respetar estos límites, incluso de forma moderada, puede detonar un aumento significativo en la grasa hepática, según los estudios citados por la Sociedad Chilena de Obesidad.
El hígado desempeña un papel esencial en el metabolismo energético. Cuando se enfrenta a un exceso de azúcares simples, debe convertirlos en lípidos, lo que favorece la acumulación de grasa en sus células. Si esta situación se prolonga, aumenta el riesgo de desarrollar hígado graso no alcohólico, diabetes tipo 2 y trastornos metabólicos de mayor complejidad.
Los hallazgos científicos recientes representan un avance importante para comprender cómo los azúcares añadidos afectan la función hepática y podrían influir en futuras recomendaciones dietéticas a nivel internacional.
Organismos de salud recomiendan adoptar hábitos que permitan controlar la ingesta diaria:
-
Revisar etiquetas nutrimentales.
-
Dar preferencia a alimentos frescos y preparados en casa.
-
Optar por versiones sin azúcar añadido.
-
Reducir el consumo de refrescos, jugos industrializados y repostería.
Los estudios coinciden: vigilar el consumo de azúcar añadido es indispensable para proteger la salud del hígado y prevenir enfermedades metabólicas a largo plazo.
Seguiremos informando
